Si dependiera de él se habría quedado en casa, terminando de orquestar la defensa del músico, y para su gran desgracia, marido de Dove. No podía siquiera verlo a la cara del asco que le producía, y mientras más rápido acabara con su caso, más rápido podría alejarse de él, pero su primo Nick insistió. Será divertido, afirmó. ¿Divertido para quién?, pensó Killian. No suponía un gran esfuerzo para él ir, y agradeció que durante el trayecto Nick estuviese distraído hablando por teléfono como para que le prestase atención. Durante el viaje volvió a contactar a su mano derecha al único que sabía lo que tramaba, pero solo había recibido un mensaje en respuesta a sus preguntas, y no era la que esperaba.
Nada aún Killian. Tendrás que ser más paciente. Lo siento.
Cerró el puño hasta que los nudillos se tornaron blancos. Había tenido suficiente de todo eso, necesitaba que terminase.
Esperó a que Nick terminara con su llamada y se volteó a mirarlo. Desde el día de la barbacoa se había preguntado que había sido todo aquello con Zion y Leia, cuál era su historia, qué fue lo que ella le hizo para que se viera afectado aún por ello, Zion, el tipo que nadie podía doblegar irradiaba fuego de solo verla. Y ese fuego nada tenía que ver con la pasión o el deseo. La despreciaba y Killian no podía dejar de preguntarse el por qué.
Intentó iniciar conversación con su primo al respecto pero él evitó el tema adrede en varias ocaciones. Ya fuera porque no tenía idea de la historia de Leia y Zion, o porque tenía terminantemente prohibido hablar de ello.
–...con respecto a esa gatita solo te diré una cosa, tiene garras, largas y afiladas y no dudará en usarlas contigo si le das razones para ello. –dijo Nick guiñándole un ojo a su primo.
–Leia. Su nombre es Leia– gruño entre dientes Killian. Detestaba cuando le agregaban apodos con dejes despectivos a las mujeres.
Nick alzó las palmas a modo de rendición.
–Solo hacía referencia a su carácter salvaje y felino. Y a sus garras, son filosas Kil, no te gustaría ser atrapado por ellas.
Killian apartó la mirada. Dudada que sus garras fuesen más peligrosas que las de Zion, después de todo era él quien podía arruinarla. ¿Quién era Leia en comparación con un tipo que poseía fortuna, poder, fama y contactos?
La conversación se desvió a temas sin importancia, y él se tuvo que guardar todas las preguntas que necesitaban respuestas urgentes.
–Hemos llegado primo, bienvenido al mejor club de Astor, ¡¿Qué digo de Astor?!, ¡de todo el maldito condado!
Killian se apresuró a guardar el móvil no sin antes borrar el último mensaje. No podía correr ningún riesgo. Levantó la cabeza cuando escuchó las puertas corredizas de la camioneta negra abriéndose. La entrada del lugar prometía lujo y excentricidad. Adornada con una alfombra roja, y dos inmensos guardias de seguridad que se abrieron paso enseguida al ver a Nick, ambos entraron en el lugar.
Recorrieron un pasillo largo y sinuoso con estatuas de mujeres y hombres desnudos en alguna posición elegante y erótica a la vez, una presentación seductora y llamativa a la vez. El pasillo se oscurecía cada vez más conforme se adentraban en el lugar. Y al final los esperaban dos mujeres vestidas con un brasier y una minifalda, y una sonrisa delineada de rojo. Sus caras estaban cubiertas por máscaras de lentejuelas rojas, y se acercaron a ellos con un trago preparado para ellos invitación de la casa.
–Por aquí– dijo una con tono seductor, y los invitó a seguirla atravesando mesas y sillones hasta llegar a un sofá en forma de semicírculo con una diminuta mesa en el medio con una vista en primera fila del escenario frente a ellos. En el escenario había tres caños plateados que iban del suelo y se perdían en la oscuridad del techo. Una leve neblina roja se esparcía por el suelo lentamente, como si hiciera su aparición de forma discreta, preparando la noche para lo que sería una velada muy, pero muy roja.
–¿Me has traído a un club de striptease?– preguntó Killian molesto.
–No primo, te he traído al mejor club de entretenimiento del condado, quéjate menos y agradece que no es fácil encontrar asientos VIP a última hora en este lugar. –dijo guiñándole un ojo. Killian no podía creerlo. Nunca había entrado a uno de esos lugares. No le llamaban la atención, pero algo le vino a la memoria. Su silueta moviéndose como si no tuviera límites, su cabello siguiéndole el ritmo como si tuviera vida propia, sus ojos embriagados por el placer del momento. Tragó saliva con fuerza. Leia, la mujer de las garras afiladas según Nick. La amiga de su hermano, la chica de ojos salvajes y corazón indomable que había conocido en esa escapada de último minuto. El solo hecho de pensar en Leia le dolía, como si el destino se la trajera a la memoria una y otra vez.
Habían estado hablando del encuentro en la barbacoa minutos atrás y ahora ese lugar... era como si el universo se burlara de él.
Luego de su apresurado regreso había evitado todo contacto adrede, había intentado no pensar en ella, en su cuerpo, en su risa, en esos días, pero había fracasado. No solo había pensado en ella más de lo que le hubiera gustado admitir, sino que había quedado envuelta en su vida aún cuando había hecho todo para evitarlo. Largó un suspiro entrecortado, miró todo a su alrededor y no pudo evitar pensar, ¿bailaba en un lugar así?, la realidad de su trabajo lo golpeó como un tsunami.
–Lo siento primo pero esto, esto no es para mí– dijo y cuando se dio la vuelta dispuesto a retirarse escuchó la voz de una mujer a través de los altavoces, una voz que le sonaba muy familiar, una voz que esa noche en particular, en ese lugar no rugía, más bien ronroneaba, y con un deje de sensualidad en el tono le habló a todos los invitados allí presentes haciendo la breve introducción al que sería el show de esa noche. Tragó saliva con fuerza y se giró, el escenario estaba vacío. Volvió al sofá desde donde Nick lo miraba con un gesto lobuno en el rostro y una risa lateral que le sacudió las entrañas, como si por fin hubiera descubierto el secreto que había guardado desde su llegada, una verdad que le urgía revelar.
–Gracias a todos por venir, hoy será una noche especial, espero que la disfruten tanto como yo. Bienvenidos a El Tridente, esto es...RED.
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Las redes del prejuicio
RomanceDesde pequeña Leia se vio obligada a defenderse en las calles de su barrio antes de siquiera aprender a contar. Y antes de cumplir la mayoría de edad su hermano mayor, y la única figura paterna que jamás ha tenido y que ha sabido cuidarla y proteger...