XXIX. El monstruo de la verdad

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KATHERINE

Humedad, oscuridad, desconcierto y mucho miedo.

El sonido de una gota de agua cayendo contra el suelo taladra mi cabeza sin parar.

No sé dónde estoy. Solo sé que está muy oscuro, húmedo y que estoy completamente inmovilizada.

De repente, consigo escuchar una respiración a mi lado. Me giro con brusquedad, haciendo que la silla donde estoy atada se tambalee ligeramente.

Su cabeza está agachada, su cuerpo erguido, sus manos atadas juntas en el respaldo de la silla y su cabello rubio le cae por la cara, evitando así que pueda ver su cara.

—Tanner —susurro como puedo. Tengo la boca seca y me cuesta mucho articular palabra, por no hablar de lo cansada que estoy.

Él levanta la cabeza al instante y me mira con los ojos completamente alerta.

Tiene muchas ojeras, la piel más pálida de lo normal y su expresión es muy cansada. Tiene varias heridas por sus brazos y cara, lo que me hace preocuparme.

—¿Dónde estamos? —pregunto.

—Tu padre no es quién crees que es, Kat —me dice sin responder a la pregunta —. No tiene un trabajo honrado ni tampoco es una buena persona —asegura. Yo frunzo el ceño ante la inexpresividad de su voz y lo perdida que está su mirada —. Es el don de una mafia y un verdadero torturador. Nos tiene aquí encerrados desde hace días y se ha dedicado a torturarme hasta que tu despertases.

Necesito un minuto para pensar.

Mi padre —bueno, el que he pensado durante toda mi vida que era mi padre—, es un mafioso, una mala persona. Es todo lo que no esperas que sea un padre de familia.

—Tu madre te envió al internado para mantenerte a salvo de él, para evitar que te matara —comienza a contar—. Y cuando volviste por tu cumpleaños, él fue el que envió aquellas fotos, para asegurarse de que estabas con las defensas bajas y poder quitarte de en medio con rapidez, pero mi hermano fue más rápido que él y consiguió sacarte antes de que tu padre culminara su plan.

Lo escucho completamente pasmada, ya que no doy crédito.

—¿Qué demonios estás diciendo? ¿Cómo sabes todo eso, Tanner?

—Tu padre se cansó de esperar para poder matarte y ha estado desde entonces trazando todo esto: el tiroteo, la muerte de tu madre y ahora nuestro secuestro.

Yo lucho contra la cuerda que mantiene mis manos atadas a la silla, porque necesito ponerme una mano en la cabeza, pensar e intentar darle sentido a todo esto.

¿En qué cabeza cabe que tu padre —o el que se suponía que lo era— sea un mafiosos, haya matado a tu madre y lleve meses tratando de matarte a ti?

Sé que mi vida siempre ha estado lejos de ser idílica, pero hay ciertas rayas que no se deben cruzar y que tu padre quiera matarte es una de ellas.

—¿Cómo sabes todo esto, Tanner? —vuelvo a formular la pregunta.

Él me mira un segundo, sin centrarse en mi mirada, antes de apartar sus ojos de mi cuerpo y agachar la cabeza.

Parece bastante arrepentido de algo que ahora mismo me da miedo saber. Y es por ello que me temo lo peor. Frunzo el ceño, respiro profundamente y me preparo para lo que sea que esté por venir.

—Llevo años investigando a toda tu familia —suelta.

Antes de que pudiera tener tiempo para reaccionar, una puerta metálica comienza a abrirse, generando que mi miedo se agudice.

En la habitación entra la alta e imponente figura de mi padre. Lleva su habitual traje negro perfectamente planchado y pulcro, su pelo castaño peinado sin ningún pelo fuera de lugar y una expresión serena en el rostro.

Sé que mi padre nunca ha sido un santo, he sido consciente de ello toda mi vida, pero nunca llegué a verlo como un asesino. O por lo menos la Katherine que solo recuerda una pequeña parte de su vida no era capaz de verlo de esa manera.

—Mi hija bastarda y su inseparable novio de nuevo juntos —asegura nada más entrar—. Me has decepcionado Katherine, pensaba que ibas a hacer algo más que desmayarte cuando te agarré por la fuerza. Viniendo de una niña tan problemática como has sido siempre, esperaba un forcejeo o algún signo de resistencia, no que hicieras lo mismo por lo que estuve toda tu puta vida yendo y viniendo del hospital; desmayos, porque tu cerebro define a la percepción quién eres: un fallo, débil e impuro que solo crea problemas.

Yo lo miro con inexpresividad en el rostro, porque aunque sus palabras duelan como revocar dentro de una herida abierta en mi, no voy a darle la satisfacción de ver como su palabras me afectan.

Él es el mismo hombre que me dejaba fuera durante horas sin comida ni agua ni absolutamente nada como castigo por cualquier tontería propia de una niña pequeña.

Él es el mismo hombre por el que lloraba mi madre.

El mismo hombre por el que mi carencia de afecto fue tan grande que creé dependencia hacía otros hombres.

El mismo hombre que me mandó a cavar mi propia tumba.

El mismo hombre que ha matado a mi madre.

El mismo hombre que pretende hacer lo mismo conmigo, pero que no pienso darle la satisfacción de conseguir su objetivo.

Por el rabillo del ojo, veo como Tanner tiene los puños sumamente apretados. Me giro para mirarlo, porque esto puede que a mi me cueste la vida, pero me niego a que por un acto impulsivo le cueste la vida a él. Él me mira también y trato de transmitirle con la mirada la calma que necesita para no cometer ninguna estupidez.

Al parecer, funciona, por lo que me tranquilizo un poco más.

Cuando vuelvo a centrar en mi padre, él me mira mucho más perspicaz y egocéntrico que antes.

—¿Lista para enfrentarte al monstruo que realmente eres, Katherine? —pregunta.

Oh, sé lo que va ha hacer. Me va a mostrar la verdad, porque la verdad siempre ha sido un monstruo vestido de cordero en mi familia. Todas las verdades son mentiras disfrazadas y todas las mentiras son tan escalofriantes que le causarían pesadillas durante meses a cualquier niño que se aprecie.

Me voy a enfrentar a mi pasado.

Por fin voy a ver la verdad.

Aunque no se sí es mejor vivir en la ignorancia.

Pero llegados a este punto no tengo elección.

La nueva obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora