Me acerqué con cautela, intrigada por lo que estaba haciendo. No tenía la menor idea de qué iba a preparar y, para mi sorpresa, verlo moverse con agilidad en la cocina tenía algo... inesperadamente atractivo.
Había una naturalidad en la forma en que se desenvolvía: tomó dos tortillas, les colocó en medio una rebanada de jamón y un poco de queso amarillo, y luego se giró para revisar el sartén que ya se calentaba en la estufa.
Se le veía cómodo, concentrado, con el ceño levemente fruncido y las mangas arremangadas, como si cocinar fuera lo más serio del mundo.
En la estufa, un sartén ya chispeaba con una cantidad de aceite que me pareció exagerada.
—Oye, eso es mucho aceite —advertí, frunciendo el ceño.
—Tranquila, no te va a pasar nada. Te lo juro —respondió con una sonrisa segura que no me dio mucha confianza.
—Pero...
—Nada de peros. Te aseguro que te va a gustar —dijo, mientras colocaba con cuidado aquel improvisado "sándwich de tortilla" sobre el aceite burbujeante.
El aroma comenzó a invadir la cocina en segundos. Cuando las tortillas tomaron un tono dorado y crujiente, las sacó del sartén y las puso sobre un plato cubierto con papel de cocina. Repitió el proceso una y otra vez hasta tener una pequeña torre de esas creaciones crujientes. Luego rompió unos huevos directamente en el sartén y los cocinó uno por uno, estrellados, con la yema aún intacta. A cada tortilla rellena le colocó un huevo encima.
La escena era todo menos saludable. Todo brillaba con una capa de aceite. Aun así, mi estómago gruñó bajito, como si no le importara en lo absoluto.
—Listo, terminé —anunció, entregándome un plato.
—¿Ya me vas a decir qué es esto?
—Yo los conozco como huevos rancheros —dijo, como si el nombre lo explicara todo.
Fruncí el ceño. Jamás había escuchado ese término y, francamente, no encontraba lógica alguna en él. Para mí seguía siendo un sándwich de tortilla con huevo encima. Pero el olor... el olor era otra historia. Abría el apetito como si hubiese estado en ayunas.
—Nunca había oído hablar de eso —comenté, mientras me sentaba frente a él.
Noah ya se había servido su plato. Tomó uno de los "sándwiches" con las manos, lo dobló como si fuera un taco —huevo incluido— y se lo llevó entero a la boca, con total desenfado.
—Está riquísimo —murmuró entre bocado y bocado, masticando como si no hubiera un mañana.
Tomé el mío con algo más de cautela, pero lo solté casi al instante. Estaba demasiado caliente.
—¡Cuidado! —dijo al verme sacudir la mano—. Aún está caliente.
—Pues avísame antes —resoplé.
—Pensé que era obvio —replicó con una media sonrisa, como si el dolor fuera parte del proceso.
No entendía cómo él no se quemaba. Lo sostenía con total tranquilidad, como si sus dedos fueran de hierro. Esperé unos minutos más y luego decidí que sería más sensato comerlo como una tostada. No creo que exista alguna ley que diga que eso debe comerse en forma de taco, después de todo.
El primer bocado fue crujiente, calórico... y, debo admitir, bastante sabroso. Todavía sentía que nadaba en aceite, pero al menos era reconfortante.
—¿Y bien? —preguntó, observándome con atención—. ¿Qué te parece?

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Después de El...
RomanceUn corazón roto. Una noche sin reglas. Un chico imposible de ignorar. Kate no tenía planes de enamorarse otra vez. Después de que Jack la dejara destrozada y sola, su única meta era volver a encontrarse a sí misma. Pero una salida con su mejor amiga...