Capítulo único

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#Kiriasuweek2023

Día 07 de octubre: Tema Libre.

(En realidad es un tema del día 05)

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¡No me llames así!

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No existía nada en ella que él no disfrutara plenamente. Su personalidad amable, su carisma, su sentido del humor... ¡Su paciencia!, oh, cuánto gustaba de ejercitar su paciencia con él. Cada aspecto de la identidad de la reina estelar era motivo de devoción para Kirito.

Luego estaban sus rasgos físicos: amaba sus ojos, tan concentrados y soñadores, la tersura de su piel, incluso en esas zonas que sus vestidos ocultaban a la vista: como sus clavículas, sus muslos o el profundo valle de sus senos. Enredar los dedos a su cabello de miel, y perderse en sus hebras cuando despertaba o durante esas horas en los que se convertía en el adorador número uno de su cuerpo representaba otra de sus actividades favoritas. Ni hablar del sonido de su voz, al nombrarlo o al regañarlo, y una vez más, la paciencia que le tenía era digna de admirar. Su risa melodiosa, el calor de sus manos, su perfume tan familiar...

Kirito sabía que estaba profundamente enamorado de esa mujer que en ese mundo llevaba cerca de un siglo viviendo a su lado. Por eso, si le preguntaran, podría enumerar con los ojos cerrados cuáles eran sus rasgos favoritos de la reina. ¡Por supuesto que todo lo mencionado anteriormente! Pero había algo más, un detalle, un simple y gracioso detalle.

La reina Asuna nunca perdía los estribos, siempre sabía qué hacer, como actuar. Sus modales refinados la habían preparado para gobernar este mundo en crecimiento. Sin embargo, una sola cosa la hacía enojar y eso era...

—¡Mi diosa!

Sea cual fuere el momento en el que alguien la llamara así, su expresión se endurecía y poco faltaba para que perdiera la calma. Sabía que si el pueblo de Centoria, o los habitantes de la blanca torre la reconocían como tal, era por culpa de Kirito. Durante esos primeros meses de reformas y adaptación, él solía bromear presentándola así. La diosa Stacia decía con toda pompa, haciendo exageradas reverencias, sabiendo lo mucho que Asuna deseaba asesinarlo. Por supuesto, el pueblo y la mayoría de gente en la Axiom Church le creyó con los ojos cerrados, y desde ese día fue noticia que la divinidad más importante de Centoria habitaba con ellos bajo su figura humana.

No bastó con que la Asuna de ese tiempo, la que todavía no era reina, negara esa afirmación una y otra vez. Todos fueron testigos de como descendió desde los cielos, en medio de un canto celestial y desplazó la tierra para defender al ejército humano. ¿Cómo podía negar su origen divino después de cometer una hazaña de tamaña envergadura? La gente no era ciega, muchos se quedaron mudos de asombro ante la belleza que delicadamente plantó un pie en el suelo, otros se postraron ante su presencia, y el resto, que seguía boquiabierto sus movimientos, clamaron a voces que era una diosa. La diosa Stacia para ser más exactos.

Entonces, ¿cómo puedes negarles a los pobladores algo que vieron con sus propios ojos? No se trataban de fábulas o una tradición oral que fue contada de generación a generación, era una verdad que se podía palpar y ver. La diosa más maravillosa de Underworld, aquella que bendecía las familias y tenía el don de la vida, caminaba entre ellos.

Tras negar los dichos varias veces, pronto llegó el momento en que Asuna, ahora la flamante sublíder del Imperio Humano, se resignó. Se había dado cuenta que no podía luchar contra la corriente y dejó que el pueblo la llamara como le apetecía.

¡No me llames así!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora