Despertar en una cama que no es la mía ya se me está haciendo costumbre. Y como si eso no fuera suficiente, amanezco con Ethan sentado al borde de la cama, observándome con una expresión de preocupación que hace que me sobresalte.
— ¡Por Dios, Ethan! ¿Acaso no has escuchado hablar de la privacidad?— le reprocho, mientras me tapo el pecho con las sábanas.
El hombre, sin inmutarse, me dice que me arregle para salir. Yo, todavía rememorando la noche de acción y el encuentro cara a cara con el extraño ladrón que se fue con una sonrisa tonta, me quedo a medias entre el pánico y la curiosidad.
— ¿Y tu desayuno? ¿Qué quieres hoy?— pregunto, recordando que mi papel de criada no ha terminado.
— Podemos ir a un café cercano, no es necesario que lo hagas hoy— responde él.
Entonces, hay un cambio de planes. Desayuno en un café. Vaya, créanme, si fuera por mí, estaríamos desayunando alguna de mis "especialidades culinarias". Pero bueno, un café caro tendrá que hacerlo.
Al llegar al café, Ethan revela que tiene que salir de viaje de negocios durante el fin de semana. Y entonces, en un giro inesperado de los acontecimientos, el chico de oro expresa su preocupación por mi seguridad. Me habla de un ladrón que entró a la casa de su vecina hace un par de días, y no puedo evitar que se me escape una risita nerviosa.
— ¡Oh, eso es terrible!— exclamo, intentando parecer sorprendida y un poco asustada, aunque por dentro estoy celebrando por haber escondido a nuestro visitante nocturno en el cuarto de lavado.
Vasco parece aliviado de que estoy de acuerdo con quedarme sola. Pobre, si supiera... Pero decido mantener el secreto, no vaya a ser que le dé un infarto y después se lo tenga que cargar en mi conciencia.
Después de desayunar, Ethan me entrega una lista con los viveres y la despensa que debo comprar. Como si la vida no fuera ya lo suficientemente complicada, me encuentro con Kumi en el supermercado. Kumiko Haraguchi, la reina del desprecio y la humillación, se burla de mi accidente y de mi nueva condición de criada.
— Oh, mira quién está aquí. La cenicienta. ¿Ya te acostumbraste a tu nueva condición?
— No tengo tiempo para tus comentarios despectivos, Kumi. Solo estoy aquí para hacer las compras.
— ¿Tienes que regresar a limpiar, verdad? Qué patética eres.
— ¿Por qué no nos vemos en la pista esta noche, Kumi?— la reto, sonriendo con una confianza que no siento. — 12 de la noche, en la autopista costera.
Kumi parece sorprendida, pero acepta. Y entonces, siento un cosquilleo de emoción. Por primera vez, tomaré "prestada" la moto de Ethan, en una carrera. La adrenalina me recorre, y de repente, todo se vuelve más emocionante. No puedo evitar sonreír mientras me imagino la cara de sorpresa de Kumi cuando me vea llegar a toda velocidad en la Monsūta.
Después de dejar a Kumi con la boca abierta en el supermercado, regreso a casa con los víveres y la lista en mano. Mientras guardo las compras en la despensa, no puedo evitar recordar el encuentro con el ladrón. Su rostro hipnotizado por mi destreza y actitud valiente. ¿Quién iba a imaginar que alguien diría eso después de recibir un golpe con una sartén?
Sin embargo, no puedo dejar que eso me distraiga de mi objetivo principal. Debo concentrarme en mantener mi identidad en secreto y cumplir con mi papel de criada. No puedo permitir que mi "jefe" descubra lo que realmente sucedió esa noche.
La tarde pasa rápidamente mientras limpio la casa y pongo todo en orden. A medida que se acerca la noche, siento una mezcla de emociones. Por un lado, estoy emocionada por la carrera con Kumi y el desafío que enfrentaré. Por otro lado, estoy preocupada por quedarme sola en la casa después de lo que sucedió con el ladrón.
Finalmente, llega la noche. Ethan se despide y toma la limusina que lo llevará al aeropuerto. Yo espero unos minutos, asegurándome de que ya se ha ido antes de dirigirme al garage.
Al quitarle la funda, el mounstro rojo brilla bajo las luces, su diseño único la hace ver agresiva y veloz. Me subo ella y enciendo el motor, sintiendo cómo su doble escape ruge bajo mí. La adrenalina recorre mi cuerpo una vez más.
En cuestión de minutos llego al punto de encuentro y veo a Kumi esperando. Se sorprende al verme llegar en la Monsūta, pero no parece asustada. Al contrario, parece emocionada por el desafío. Sin decir una al fina palabra, nos alineamos en la línea de partida.
— ¿Lista para perder?— le digo.
— Eso si no incendias otra gasolinera— se burla.
El sonido de los motores llena la noche, el olor a gasolina se mezcla con la brisa salada del mar y los neones de los edificios prístinos colorean la vista. La carrera está a punto de comenzar, esta será mi última oportunidad de probarme como la mejor, como la vencedora.
La señal de inicio se enciende y nos lanzamos a la pista. La Monsūta ruge debajo de mí, respondiendo a cada una de mis indicaciones con una precisión y velocidad asombrosas. A diferencia del prototipo de Naomi, la bestia roja es dócil pero poderosa.
— Ya veo. No esperabas esto hoy, ¿verdad?— alardeo a Kumi tras el intercomunicador.
— Nunca me has podido vencer. Esta noche no será la excepción— responde, con los ánimos a tope.
Mientras acelero en la pista, la emoción de la carrera se mezcla con la ansiedad que ha estado latente desde el encuentro con el ladrón. De repente, al ver lo que quedó de la estación de combustible, un flashback me golpea con fuerza. Mis ojos se nublan y mi mente vuelve a aquel fatídico día.
Recuerdo el estruendo del fuego consumiendo todo a su paso, el calor sofocante que amenazaba con asfixiarme. Me veo a mí misma, desesperada y luchando contra las llamas, tratando de encontrar una salida. Y entonces, en medio del caos, escucho el llanto de un bebé.
El llanto de un niño, débil y asustado, que se pierde entre el rugido de las llamas.
— Voy a ganar esta carrera, ¡maldita sea!
Pero antes de que pueda cruzar la línea de meta, otro recuerdo surge en mi mente. Un recuerdo amargo que arde como brasas encendidas.
Estoy en casa, rodeada por las paredes frías y la atmósfera tensa. Mi madre, está de pie frente a mí, con los ojos llenos de desprecio.
— ¿Cuándo vas a madurar?— me regaña con una voz cortante. — Siempre metida en tanta mierda, sin un futuro. ¿Qué esperas lograr con tu vida?
Sus palabras me queman como el fuego. Me siento pequeña e insignificante, incomprendida y juzgada. El fuego en mi interior arde con rabia y dolor.
Me convierto en una paria en la escuela, aislada por ser diferente, por no encajar. Los otros estudiantes me miran con desprecio, me llaman "la rara" y me evitan como si fuera un peligro.
El recuerdo se entrelaza con las llamas del incendio. El humo tóxico se mezcla con las lágrimas ardientes y me quema la nariz, no puedo respirar.
El flashback se desvanece gradualmente, y vuelvo a la realidad de la carrera. Pero todas esas imágenes me hacen dudar. Mi confianza se debilita y mis manos tiemblan en el manillar.
— ¿Qué pasa, Valentina? ¿Te has asustado? ¿No puedes manejar la presión?— se burla Kumi, su voz llena de desprecio.
Trato de controlar mi respiración y recuperar mi enfoque, pero el estrés me ha alcanzado en este momento crucial. Sé que no puedo continuar la carrera en este estado.
Me freno abruptamente y la intensidad de mi acción termina bloqueando la rueda delantera. La motocicleta se desliza por el pavimento, mientras salgo disparada contra el asfalto.
El impacto contra el suelo es inmediato y un dolor punzante recorre mi cuerpo. Mi visión se nubla por un instante y todo parece irreal a mi alrededor.
— Vuelve cuando realmente tengas lo necesario para estar en esta pista, niña— dice viéndome con desdén.
De regreso en la mansión, con mi uniforme sucio y maltrecho, reviso el daño. La rueda delantera y el manubrio están torcidos y el frente, reducido a pedazos. Suspiro con frustración, sabiendo que necesitaré ayuda para repararla, y bastante dinero.
— Maldita sea— me digo a mi misma, frunciendo el ceño mientras inspecciono. — ¿Ahora como voy a reparar esto?
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Limpia, acelera y... ¡Corre!
ActionValentina, una audaz corredora ilegal, se ve forzada a dar un giro radical en su vida cuando problemas legales la llevan a trabajar como criada en la opulenta mansión de un antiguo amigo de la infancia, ahora convertido en millonario. En este inespe...