Al entrar a su habitación las expresiones en las caras de las dos sirvientas que se encontraban allí eran indescifrables. No podía definir si sentían algún tipo de pena por ella o empatía por la compañera que había sido castigada casi hasta la muerte por su culpa. Bethel estaba pálida y no era para menos. Aunque la herida de su pie y los golpes habían sido curados, la evidencia estaba presente. Su vestido estaba salpicado de sangre, al igual que su rostro y sus zapatos, presentaba una imagen totalmente lamentable.
- El conde ha dado nuevas órdenes – dijo Orman dirigiéndose a los presentes de manera autoritaria – la señorita tendrá acceso al interior de la mansión siempre y cuando no hayan programadas visitas – las sirvientas temblaron cuando las miró – El exterior queda prohibido a menos que el conde la autorice a salir ¿Fui lo suficientemente claro? – aunque la cadencia de su voz era la misma, esto sonaba como una amenaza que no aceptaría ninguna réplica.
Las sirvientas asintieron con rapidez, pero Bethel no hizo gesto alguno. Su expresión era fría, incluso sus labios estaban apretados en una fina línea.
- Si eso es todo lo que tenía que informar, agradecería que se retirara mayordomo Orman – dijo Bethel con un tono de voz que demostraba un intento fallido por contener su ira.
El hombre le dedicó una peligrosa mirada mientras soltaba la silla de ruedas.
- Debemos cambiar a la señorita y darle un baño, no se supone que un hombre deba estar presente – añadió Bethel sin inmutarse manteniéndose firme en su lugar - incluso aunque se trate de usted – la intención era clara, lo estaba echando de la habitación. Esta mujer ahora mismo irradiaba el aura de una leona dispuesta a proteger a su cachorro ante cualquier amenaza.
Aunque el mayordomo había salido y las sirvientas habían casi corrido hacia el baño para terminar los preparativos, las únicas dos personas que quedaban presentes permanecían en silencio. Bethel no corrió a su lado como anteriormente había hecho, permanecía parada en el mismo lugar. Por alguna razón Aylah se sentía como una niña que se había hecho daño por no hacerle caso a su madre y estaba esperando el inminente regaño. Seguía sentada sin poder alzar la cabeza. Aunque quería convencerse de que no le interesaba lo que pensara esta persona de lo sucedido, no podía ignorar este sentimiento de vergüenza que apretaba su pecho.
Una extraña sensación serpenteaba en su interior, como un desagradable reptil retorciendo sus entrañas. Lo que le habia ocurrido a la sirvienta era su culpa, aunque no hubiera sido el resultado que esperaba, era una cruda realidad de la que no podía huir. No podía mirar a Bethel a la cara estando consciente de esto. Había destruido la vida de alguien más por hacer un pequeño movimiento que ni siquiera sabía si resultaría o no. Aunque se mintió a si misma justificando sus acciones bajo la bandera de la supervivencia, nada hacía que esto se viera mejor. No había esperado una reacción tan violenta y cruel, su tío era mas peligroso de lo que creía, más si era capaz de dejar a alguien casi al borde de la muerte. Una sensación de culpa la invadió, era un ser humano terrible.
Remordimiento y culpa, no podía darse el lujo de sentir nada como esto. Eran sentimientos inútiles que solo podían traer debilidad, destrucción. Ahora más que nunca estaba convencida de que tenía que salir de aquí a cualquier costo. Incluso aunque significara que para sobrevivir tenía que seguir sacrificando personas ¿Sería capaz de hacerlo? ¿Sería capaz de vivir con ese horrendo sentimiento de culpa?
Sonrió de manera amarga, ella también habia recibido su castigo. No había sido agradable en absoluto sentir en su débil cuerpo el peso de la fuerza de un hombre. Cada golpe había encendido una fuerte sensación de querer hacerle frente, de verlo caer a sus pies tan indefenso como había estado ella en ese momento.
Ya no había vuelta atrás, solo un camino por seguir y era hacia delante. No se detendría, solo cuando muriera enfrentaría el castigo por sus pecados, solo al que fuera que le hubiera dado esta segunda oportunidad le correspondía juzgarla. Hasta entonces, debía esperar para ver al responsable de enviarla aquí y preguntarle por que demonios le había dado una nueva vida donde debía seguir luchando para merecer la paz. Esto no iba a limpiar su conciencia, pero al menos ayudaría en algo. Si tenía que ser la villana para sobrevivir, entonces no había mas remedio, abrazaría este papel hasta el final.
- No es mi sangre – dijo Aylah mientras se paraba de la silla – estoy bien – añadió intentando sonreir de manera inocente
- No mientas – dijo Bethel con voz seria
- Estoy diciendo la verdad ¿Acaso ves alguna herida en mi cuerpo? – preguntó alzando los brazos para mostrar que estaba totalmente ilesa
- Conozco al conde demasiado bien, he visto de lo que es capaz más de una vez, así que no hay manera en la que puedas engañarme
La sonrisa de Aylah se desvaneció. Deseaba lanzarse a los brazos de su nana y llorar hasta el cansancio. Quería esa sensación de tranquilidad, de paz otorgada por la única persona que podía envolverla en un cálido abrazo y decirle que todo iba a estar bien. Pero no podía, no sentía que lo merecía en absoluto, así que su cuerpo permanecía allí de manera testadura, sin poder moverse.
- Sé que tus recuerdos aún no han vuelto por completo, no imagino lo confuso que fue para ti despertar en un lugar que antes fue tu hogar y que ahora debe sentirse como algo ajeno, desconocido – Bethel avanzó hacia ella con suavidad – Si aún no confías en mi lo suficiente como para contarme cuando planeas algo, está bien – extendió sus manos temblorosas hacia la cara de Aylah y agarró sus mejillas con dulzura – Siempre te apoyaré en cualquier cosa que necesites o decidas hacer, sin cuestionarte nunca, sin preguntar nada o pedirte que confies en mi – su mirada lucía dolorosa mientras hablaba y sus ojos irradiaban una enorme tristeza – Solo te pido una cosa, una única cosa: no te pongas en peligro, eres como una hija para mí y verte en riesgo es algo que no puedo soportar.
Aylah sintió un nudo en la garganta mientras su rostro comenzaba a mojarse por las lágrimas que ahora salían de manera involuntaria. Los sentimientos que había tratado de ocultar en su interior habían explotado saliendo sin control. No podía detenerse. Hubiera preferido mil veces que Bethel la regañara, que le gritara, que la acusara de haber actuado de manera imprudente. Que la culpara por haber destruido la vida de otra persona. Pero esto era peor, mil veces peor.
Se restregó los ojos con fuerza tratando de detener las lágrimas. Su cara ahora mojada mostraba un espectáculo aún mas lamentable que antes, sucia de sangre y lágrimas. Retiró las manos de su nana con suavidad y las acarició como pidiendo perdón por no haberse dado cuenta antes de sus sentimientos, de lo importante que era para esta persona, lo mucho que la quería y se preocupaba por ella.
Miró hacia la cómoda y entre los adornos para el cabello vio un joyero abierto. Se le ocurrió una idea de repente. No iba a ser una excusa para liberarse de sus pecados, solo una manera de corregir al menos un poco el daño que había causado.
- Quiero que hagas algopor mi – dijo acercándose y tomando un puñado de llamativas joyas – sisobrevivió, quiero que se lo des todo, así podrá tener una segunda oportunidadlejos de aquí...
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Muchísimas gracias por apoyar mi historia!!! Espero que la estén disfrutando mucho!!! No olviden votar!!!
Nos vemos en la actualización la semana que viene!!!
Saludos!!!
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Destinada a renacer
FantasyDespertó en el cuerpo de alguien más, tenía una segunda oportunidad de vivir en un mundo lleno de magia y hermosos castillos. Pero sus esperanzas de una larga y tranquila vida son destrozadas de inmediato por su oscuro destino. Ahora es Aylah, l...