Preocupación. El vivo significado de esa palabra a estado clavada en mi mente y alma durante los últimos cuatro días. He recorrido la zona en donde vivo unas muchas veces , incluso fui a la escuela donde la vi parada y le pregunté a los niños y a los maestros por ella que muy curiosamente ellos saben de quien les hablaba ya que al parecer Brooke solía ir y quedarse mirando a los otros niños.
Me desespera el no tener cómo encontrarla, el no tener un lugar en específico donde ir por ella. La última vez esa niña estaba aterrada y decía que no quería volver con su madre. Su madre, una mujer que debería de amarla incondicionalmente solo a causado mucho sufrimiento en una pequeña e indefensa niña. Me preocupa que ese tal Bill, le haya vuelto a pegar o que Él y su madre le hayan hecho algo peor. Mi apetito desde que Brooke, se marchó es casi mente nulo. No paro de pensar en; ¿habrá comido algo ya? ¿Tendrá frío? Estamos a principios de noviembre y ya en estas fechas el frío en New York se vuelve tedioso.
Dios, no sé que más hacer. Y lo peor es que siento que todo fue culpa mía. Ella no merecía que yo la tratara con indiferencia cuando volvía a casa luego de un día de mierda en el trabajo. Ahora que lo pienso no quiero ni imaginar que por la cabeza de esa niña pasó el pensamiento de yo haciéndole daño como su madre o como cualquier otra persona que haya maltratado a esa niña de bonitos ojos y cabello maltratado.
Extraño prepararle el desayuno y ver cómo lo devoraba en tan solo segundos. Extraño el que me pidiera que la ayudara a lavar su cabello. Extraño el pasar por alguna tienda de niños y comprarle aunque sea una pieza de ropa. Verla avergonzada y alegre por los pequeños y para nada costosos detalles de mi parte me causaban tanta alegría y emoción que no podría describirlo con simples palabras. Hacía tanto tiempo que no me sentía tan viva y tan normal desde la llegada de Brooke a mi vida, para ser más específicos, nunca me había sentido tan plena hasta que la hice reír mientras la abrazaba.
—Un americano, por favor. —le pedí al chico de la cafetería, este asintió con la cabeza regalándome una amable sonrisa. La verdad es que yo no tengo ánimos de devolvérsela, así que me limite a asentir.
—Serían cuatro dólares. —Rebusque en mi cartera buscando mi monedero. Y maldije por lo bajo al no encontrarlo. Busque en los bolsillos de mi pantalón a ver si encontraba algo de dinero en ellos pero desafortunadamente no había nada.
—Lo siento, he dejado mi monedero. Cancela mi pedido, por favor. —Dije apenada.
—Sírvele el café a la señorita, y a mi me da un expreso sin azúcar, por favor. —frunzo el ceño y giro la cabeza para observar al hombre que se encontraba a mi lado. Era casi dos cabezas mas alto que yo. Giró su rostro hacía mi y no pude evitar sorprenderme un poco.
El no dudo en regalarme su más hermosa sonrisa.
—No tienes porqué pagarme nada. —dije con desdén.
—Lo sé, pero aún lo estoy haciendo. —dice como si nada con una sonrisa burlona en sus labios. —Por cierto, bonita sonrisa.
Enarque una ceja.
—No estoy sonriendo.
—Por ahora. —este tipo es lo que le sigue a la palabra raro. —Por cierto, no te volví a ver por la iglesia. —Deje de mirarlo y me concentre en ver al joven aceptar otros pedidos.
—No suelo ir con frecuencia. De hecho, casi nunca voy. —dije encogiéndome de hombros.
—Por favor no me digas que tuviste una mala experiencia escuchando a Robert cantar. —fruncí el entrecejo divertida por la forma tan cómica e infantil en la que lo dijo. —La semana pasada fuimos a un retiro y se tomó muy enserio lo de las notas altas. Ahora parece que canta como un rinoceronte mezclado con el grito de un gallo a las seis de la mañana.
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True love
RomansaExisten muchos tipos de amor. Y muchas personas a quien amar. A veces no elegimos la correcta, a veces amamos a personas que no lo merecen. Existen amores no correspondidos y amores que no tienen finales no muy agradables. Pero hay un amor que real...