Narra Max
Los tres esperábamos nerviosos a cualquier señal de Robin que pudiera indicarnos que necesitaba ayuda. Todos nuestros ojos estaban concentrados en el edificio de madera que se encontraba al otro lado de la calle.
León estaba vigilando al sirviente con atención mientras su hermano controlaba el bosque trasero de la tienda, por si veíamos indicios de Robin abandonando la librería. Yo estudiaba a todo el que entraba y salía de ella, intentando atisbar los rasgos de cada rostro para reconocer a cualquiera que pudiera suponer un peligro.
Hacía ya más de diez minutos que se había ido y aún no había rastro de él aunque teniendo en cuenta que la chica tampoco había salido, debía de estar aún acechándola.
Se me retorcieron las tripas de los nervios.
Robin se está arriesgando demasiado con todo esto. Desde que apareció la maldita pelirroja no ha dejado de hacer locuras que nos podrían salir muy caras. Entiendo que tenga que tener cuidado con ella, con lo que hace y deja de hacer, pero no hasta el punto de tener que perseguirla de este modo.
Aquello estaba rozando lo enfermizo.
Justo en ese momento, hubo movimiento en la puerta de la librería y perdí mi propio hilo de pensamientos.
–¡Ey! Ahí está la chica, acaba de salir –dije señalándola mientras ella avanzaba cargando un libro contra su pecho.
–Y por ahí viene Robin –declaró Lucas mientras seguía con la mirada una sombra que se movía entre la maleza, completamente ajena a los ojos, excepto para aquellos que estuvieran buscándolo.
Los tres nos apresuramos a bajar del tejado, con cuidado de no hacer ruido para no alertar a nadie, ya fuese dentro o fuera de la casa. León aterrizó con firmeza en el suelo y su hermano con una pulcra elegancia, con una ligereza sorprendente para alguien tan grande. Mientras tanto yo, con lentitud y cuidado. No es precisamente que mi destreza sobresaliera por encima de los demás, más bien al contrario: era bastante negado para estas cosas. O quizás era por hacer las cosas con extremo cuidado que acababa entorpeciéndome a mi mismo.
Cuando mis pies tocaron tierra, Robin recorría al trote los últimos metros que le quedaban para alcanzarnos. Se apoyó en sus rodillas, intentando recuperar el aliento. Todos lo esperábamos tensos, deseosos de que nos contase lo que había pasado.
–La chica... –tomó una bocanada de aire– Ella lo sabe. Sabía que la estábamos espiando. Me estaba esperando en la librería.
Mierda. Es peor de lo que me imaginaba. Ella es... lista.
Robin se apoyó contra la pared, dejándonos unos segundos para asimilar sus palabras. Lucas tenía la mirada perdida, entre los árboles, mientras sonreía, divertido. León frunció el entrecejo justo antes de hablar.
–¿Qué te ha dicho? –lo interrogó.
–Aunque parezca increíble, sabe más de lo que nos podemos imaginar o eso creo. Sabe cómo me llamo, sabe quién es mi familia, sabe las rencillas que hay entre nosotros, aunque aún no sabe el porqué. No sé qué más, eso es solo lo que he podido atisbar en sus palabras –un gesto torcido de desagrado adornó su boca.
Se deslizó hasta el final del muro y se asomó con cautela. Lo imitamos, buscando aquello que atraía su atención. La chica estaba en el mismo puesto con el mayordomo, ahora hablando animadamente con él mientras cargaba con sumo cuidado el libro.
–No me puedo creer que de verdad se haya comprado ese maldito libro –susurró Robin para sí mismo, y así hubiese sido si no hubiese estado agachado justo debajo de él, lo suficientemente cerca para escucharlo.
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Enredadera negra y roja
FantasyUn valle encantado. Dos familias enfrentadas durante generaciones. Un amor condenado al odio y un odio destinado al amor. Dos herederos enlazados por la magia. ¿Qué podría salir mal? Verse con Robin, el hijo del mayor enemigo de tu familia, no es b...