Única parte.

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Inesperada.

Inesperada fue la forma en la que supieron de la existencia del otro.

Ese día él iba saliendo de sus clases de cátedra, con los libros reposando en sus manos y una típica boina sobre sus largos cabellos rizados. Sin poder esperar la hora de volver a su cálido apartamento, olvidarse brevemente de los extensos textos que debía leer y pasar un bonito tiempo de calidad con su cachorro Bam.

No conocía a un compañero más fiel que no fuese su querido amigo canino, el resto de personas sólo parecían tener intereses efímeros y fugaces, que eran contradictorios con los suyos propios. Tampoco es que presentara alguna preferencia asocial, todo lo contrario, gustaba de compartir con los demás pero lastimosamente los encuentros terminaban siendo tan superficiales, que ninguno de ellos había logrado hasta el momento dibujar una marca en su alma.
Con ese propósito en mente, bajó las escaleras hasta el primer piso y decidió ir hacia la zona verde del lugar, ya que resultaba ser el trayecto más corto para dar con la salida de la universidad.

Al llegar, se encontró rodeado de colores verdosos, y fue entonces cuando lo vio por primera vez.

Las numerosas flores a su alcance junto con las hojas de los frondosos árboles parecieron tomar mucha más coloración viva, los agradables aromas causaron cosquillas en su olfato y la ligera brisa desordenó las hebras sobresalientes debajo de su gorro. Sus ojos curiosos no detuvieron su observación en el chico desconocido, con sus pantalones de mezclilla y una chaqueta de jean, tocando una guitarra con dedos ágiles mientras unos lentes redondeados se deslizaban por su pequeña nariz.

El chico desconocido era portador de un brillante y liso cabello negro, y si su vista lejana no le fallaba, unos ojos oscuros rasgados. Lindo.

Desde donde estaba podía escuchar la melodía suave que los dedos ajenos producían sobre las firmes cuerdas, quedando maravillado por el sentimiento que este chico era capaz de plasmar en unos simples acordes. Repentinamente él dejó de mirar hacia abajo y levantó su cabeza, provocando que ambos ojos se crucen en un primer encuentro.
Unos ojos pequeños con otros grandes y brillosos.

El pánico le atacó.

Perduraron observándose el uno al otro por varios segundos, él aún tocando la guitarra mientras insistía en prolongar el prematuro contacto visual. Era raro, porque a pesar de haber las suficientes razones coherentes para alejarse, no quería ni deseaba obedecer a su mente hoy.

Sintió vergüenza al ser consciente de la situación, estando inmóvil frente a una persona que no conocía de su identidad y mirándolo como lo haría un niño al descubrir un tesoro. JungKook apretó los libros contra su pecho, sintiendo su rostro caliente y espolvorearse de rosa después, también encerró su labio inferior entre sus dientes sin despegar la mirada del todo. Aunque pensando que tal vez debería detenerse en su obsesivo mirar, porque si continuaba, seguramente asustaría al pelinegro haciéndolo creer que era un extraño acosador.

Sin embargo, esos pensamientos se esfumaron tan pronto él le dedicó un gesto inesperado; el chico le sonrió con amabilidad, sus coloradas mejillas abultándose en la comisura de sus gruesos labios y sus ojos se escondieron detrás de perfectas medias lunas. Esa sonrisa poseía tantas características únicas que ablandaron su pobre corazón.

El sonido melifluo de los acordes se detuvo.

—JiMin.

Oh, su voz era perfecta como él; tenue, dulce, firme y segura. Le gustó.

—¿Disculpa? —logró decir con ligera timidez, pues estaba prestando atención a detalles en los que no debería detenerse tanto. Por ejemplo, la profunda mirada que le dedicaba, logrando que unos cosquilleos se hagan presentes en su estómago.

Teenager In Love┃JiKook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora