3. Mercancía.

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Maya.

Los días pasaban y cada día me iba recuperando, y Ámbar cada día me iba preparando para lo que tendría que soportar. Solo pensar que tendría que dejar que otros hombres toquen mi cuerpo sin mi consentimiento me aterraba y me llenaba de asco. La idea de escapar se esfumó luego de la primera semana aquí.

No había escapatoria, no la había. Estaba destinada a ser parte de la maldita mercancía.

—Es hermano de Gerd—responde luego de que le haya preguntado por un chico con el que la encontré esta mañana en nuestro cuarto. —Mike es su hermano menor.

—¡oh!— digo procesando la información.

No sabía que Martín tuviera hermanos, siempre dijo que era hijo único, supongo que fue una más de sus mentiras. Ahora nos encontramos en el único lugar donde apenas podemos respirar un poco de aire fresco. En el sitio había varias sillas y algunas mesas. El piso estaba cubierto de césped verde y había una que otra flor.

Todas las mujeres hoy se encontraban aquí, según era un día de descanso. Algunas jugaban cartas, otras fumaban, y otras como Ámbar y yo solo hablaban. Todas las chicas aquí eran amables entre sí, al menos eso no me hacía sentir tan sola.

—Es el hijo de puta por el que estoy aquí, lo odio—susurra con dolor y decepción.—Como muchas aquí creí en sus falsas palabras de amor y caí en sus garras. Nunca imaginé que terminaría aquí, siendo una prostituta.—veo como muerde el interior de su mejilla para no llorar después de decir esto.

—Fuimos unas idiotas—digo también.

De repente veo a una de las chicas que fue vendida la misma noche en la que llegue, venir hacia nosotras, Samantha era su nombre. En sus manos trae una cacerola.

—Me encanta cocinar, por favor podrían darme su opinión sobre este manjar de vainilla que prepare, no había todos los ingredientes, pero los reemplace por los que había—dice sonriendo mientras nos da un poco a cada una.

Pero en cuanto lo percibo siento unas terribles ganas de vomitar, lo mismo me pasó en el desayuno de hoy. Corro al sanitario lo más rápido que puedo. En cuanto llegó vomitó todo lo poco que había comido en la mañana. Mi respiración está agotada cuando salgo, mi cara pálida se refleja en el espejo mientras la lavo. Y de repente Ámbar aparece detrás de mí.

—¿Todo bien Maya?

—Sí, creo que la comida de la mañana me cayó mal, es todo—digo con tranquilidad.

—Maya, no quiero asustarte, pero pienso que estás embarazada—casi se me sale el corazón del susto.

—Pero, no, no es posible. Tome la pastilla luego de qué...—me interrumpe al ver que me encuentro temblando.

¿Qué pasaría si resulta que sí? No puedo estarlo, no del hombre que tanto odio en estos momentos.

—Maya, tranquila, es una posibilidad. Pero para salir de dudas lo mejor será que vayamos donde Lorena, ella seguro nos ayudará.

Sin más nos dirigimos al cuarto de la antes mencionada. Según sé, es la única que tiene un poco de libertad aquí, es la única que puede salir al menos un día a la semana por suministros y utensilios de primera necesidad de todas las chicas.

—Hola chicas, en qué puedo ayudarlas—dice al vernos entrar a su cuarto.

—Maya tiene un problema—Ambar habla por mi.

—¿Qué tiene?—pregunta Lorena con toda su atención en mí.

—Creo que Maya está embarazada. Los síntomas son muy similares.

AMOR INMARCESIBLEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora