Durante algún tiempo, Laura disfrutó de los placeres y comodidades que el dinero de Daniel le proporcionaba. Viajaron por el mundo, compraron ropa de diseñador y cenaron en restaurantes exclusivos. Parecía un cuento de hadas hecho realidad, pero a medida que pasaba el tiempo, Laura comenzó a sentir un vacío en su corazón.
A pesar de todas las posesiones materiales y los lujos, algo faltaba en su vida. La autenticidad y la conexión emocional que tenía con Thomas nunca se pudieron reemplazar. Laura se dio cuenta de que había confundido el lujo con la felicidad genuina.
