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Al llegar a casa no pudo pegar ojo ni permanecer demasiado entre las cuatro paredes que habían absorbido el olor de Anthony. Odiaba a los vampiros por encima de cualquier criatura y ahora ese pijo con aires del siglo pasado amenzaba con colocarse en el número uno. Unos meses atrás notó la presencia de otro vampiro, pero su esencia era más suave. Lo captó merodeando por el bosque y no pudo hacer nada contra él porque no atacó a ninguna persona. Los vampiros no sólo mataban por alimentarse, lo hacían también como venganza y al no saber si venía solo no podía permitirse el lujo de exponer a la tribu. A veces ser el líder era un asco.

Se tumbó en las hojas caídas en el corazón del bosque. Las continuas lluvias provocaban que el suelo, la hierba y el musgo estuviera siempre mullido lo que ayudaba a calmar su mente y relajar su cuerpo. El sonido de fondo de las olas le invitó a cerrar los ojos.

—¿Has tenido dulces sueños? —Una voz jocosa le arrancó de su duermevela.

Por encima de su cara, viéndole al revés, encontró la amplia sonrisa de Embry. Jacob gruñó al tiempo en que se sentó sobre sus tobillos, en ese momento se percató de la presencia de Seth. Ahora que sabía de la relación de sus amigos no pudo evitar sonreír. Seth le propinó un suave puntapié a Jacob.

—¿A qué viene esa sonrisa?

—Me gusta veros juntos. —Seth lanzó una mirada a Embry, este se deslizó a su costado para tomarle de la mano.

—Me moría de ganas de contárselo a alguien.

—¿Justo al jefe de la tribu? ¿Al alfa de la manada? —fingió una alarma que sentía en cierta medida. Embry se llevó la mano del contrario a la boca para besar el dorso.

—Es mi mejor amigo.

—El mío también, pero creo que podrías haber esperado un poco, ya sabes —dijo perdiendo fuerza en la voz dando a entender su miedo porque se trataba del chico del que estuvo enamorado. Embry sonrió con ternura.

—Nadie mejor que él para saberlo.

—Odio a las parejas empalagosas, cortad el rollo —pidió Jacob poniéndose en pie—. Me viene fenomenal que hayáis venido, quería comentarlo con la manada. ¿Qué sabéis de los vampiros?

—Todo lo que nos han enseñado en la tribu —respondió Embry.

—Me refiero a los vampiros de las leyendas, a esos que para matarlos hay que robarles la tierra en la que descansó su cuerpo al morir.

Sus amigos cambiaron su expresión a uno de verdadera preocupación. Embry soltó la mano de Seth acercándose al líder.

—Esos vampiros no existen —replicó tan poco convencido que se sintió un falso frente a su jefe.

—Existen y quiere llevarse a Rebecca.

—Ese chupasangre es bicho muerto.

—No es tan sencillo —cortó Seth ganándose la atención de ambos—. Cuando apareció aquel vampiro en Forks ocasionando mi trasformación empecé a leer las innumerables leyendas que existen. Conocía la verdad de los Quileute, pero necesitaba algo más. Depende de las creencias de los pueblos, sobre todo desde el centro al norte de Europa. Entierran el cuerpo de aquel que se está transformando, a unos se les arranca la cabeza para que no vuelvan como un monstruo a otros se les clava un estaca bañada en ajo, eso si el enterramiento se hace para evitarlo.

—¿Y si no? —preguntó Embry.

—Esperan que la tierra le conserve. Esos vampiros pueden viajar donde quieran siempre que lleven con ellos una porción de esa tierra. Como bien ha dicho Jacob solo mueren por ese método, ni el fuego ni el quitarle las extremidades les afecta. Hay que robarle su tierra.

El legado de ForksDonde viven las historias. Descúbrelo ahora