Capítulo 13.

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—¡Somos resultados de una raza superior! —Otto grita y la formación repite, en coro, claro, alto, desviviéndose en ser escuchados

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—¡Somos resultados de una raza superior! —Otto grita y la formación repite, en coro, claro, alto, desviviéndose en ser escuchados.  

El sol se puede observar en el horizonte, sus pisadas se escuchan resonar en el aire mientras el grupo avanza en perfecta sincronía.  

Nick, con una expresión de resignación, intentaba seguir el ritmo, aunque su mente vagaba lejos de las órdenes del soldado.  

—¡Así lo dijo el Diablo y la muerte confirmó!  

Le duelen los pies y los brazos. Van marchando y Sam les ha pedido que mientras vayan en marcha, suban las rodillas hasta su abdomen y su mano derecha saludé al compás.  

—¡Estos son mis hijos y así lo quiero yo!  

Otto los sigue, deteniéndose en cada lineamiento de la formación. Le grita en la cara y se obliga a sí mismo a gritar más alto, con fuerza.  

—¡Que mueran en combate arrojado de un avión!  

Las porras creaban un sentimiento de orgullo en los reclutas. Canalizaban toda su ira, su frustración en ese momento se va con cada gritó. Nick ha aprendido a ver la formación como un sinónimo de unión, pero, no deja de anhelar la libertad.  

La formación se rompe y ellos se quedan sobre sus pies, sin moverse y aun con la respiración contenida.  

—Es todo por hoy, vayan a la cafetería en media hora.

Sam y Otto se retiran y los dejan en el sol. Rompen la formación y se les descompone la respiración.  

—No debería hacer tanto calor. —Mike y el resto se reúnen a su lado.  

Asiente, acomodándose la gorra sobre su cabeza para que no le llegue el sol.  

—Deberíamos darnos un baño. —Lucas menciona con una media sonrisa en su rostro. —¿No Nick?  

—No lo sé. Yo iré a la cabaña a cambiarme.  

Los chicos lo abuchearon, pero no hizo caso. Sus pies comenzaron a andar en dirección a la cabaña, dándoles la espalda.  

—¡Oye, espera! —Mike lo alcanza y se pone a su lado. —¿No vienes con nosotros? Hay un río a pocos minutos de aquí.  

—No tenemos tiempo.  

—Lo tenemos. —Lo sostiene de la mano. —Vamos, por favor.  

Sus pasos se detienen, su mirada se fija en el agarre que el alfa tiene sobre su piel y luego sus ojos le miran el rostro. Mike lo suelta.  

—He dicho que no.  

—¿Cuál es tu problema? Siempre estás detrás de Taylor.  

—Taylor es el Sargento. —sus manos cubren donde antes han estado las del alfa. —Y no he venido a jugar.  

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