Ella siempre ha vivido para él, no conoce nada que no sea servirle fielmente a su señor, solo existe para ser su mano derecha, para ser la sirvienta de la corona, para ser la sombra del rey.
Al menos... eso creía, su sonrisa, su existencia, algu...
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Apenas tres días habían transcurrido desde aquella orden de Lucifer, a pesar de que tenía trabajo debía dejar organizados a los mejores sirvientes para atender en el castillo ante la premisa de que me encontraría fuera por un largo tiempo.
Todo estaba quedando en orden, contaba que mis leales ayudantes harían un gran trabajo por lo que lo último que me quedaba era supervisar las más importantes instalaciones, dejándolos bajos sellos que solo la familia real podría abrir.
—T/N, linda, ¿Tienes un momento?
Repentinamente, una voz serena como el mar llamo mi nombre, sabiendo perfectamente a quién le pertenecían me di la vuelta y ante una ligera reverencia, saludé a mi señora 𝐿𝒾𝓁𝒾𝓉𝒽.
—Mi reina, jamás podría negarme a su llamado, ¿En qué puedo servirla?
—Supe que te marchas al hotel junto con Charlie, me gustaría decirte algo, por favor acércate.
Un poco estupefacta por el repentino secretismo me acerqué hasta quedar a centímetros de la reina, claro siendo está mucho más alta que yo dejándome a la altura de su voluptuoso pecho. Poco a poco se inclinó hasta llegar a mi oreja y con un susurro apenas perceptible hablo. Un abrupto escalofrío recorrió todo mi ser de forma que no había experimentado hace bastante tiempo.
Seguidamente y con la misma elegancia que la caracterizaba se alejó hasta volver a la posición inicial, al cruzar miradas una amable sonrisa posaba su hermoso rostro.
—No le comentes esto a Lucifer, que esto quede entre nosotras, ¿Estás de acuerdo?
—Po-por supuesto mi reina, nada saldrá de esta habitación.
—Bien, ahora por favor si ya has terminado qué te parece si vamos a la cocina, prepare algunas galletas para ti y para Charlie.
...
Frente al castillo nos encontrábamos reunidos, ambos reyes, uno al lado del otro para despedirse de mí, de cierta manera me ponía nerviosa pues aunque no lo denotará me preocupaba dejar el lugar, pese a tanto años conviviendo con la propia Charlie no teníamos una relación realmente cercana.
Sin embargo debía cumplir con mi deber así que una vez me despedí tomé rumbo al hotel. En el transcurso del camino no pude evitar mirar de reojo aquella joya que posaba en mi pulgar derecho, un anillo que a primera vista no era lujoso, no obstante a detalle se notaba los finos materiales con los que fue realizado. Era de oro con forma de ramas cortas, de las cuales apenas dos pequeñas piedras rojas en cada lado rodeaban una más grande de forma heptagonal, siendo una joya exclusiva de la familia Morningstar.
La había recibido el día que descendí al infierno por parte de sus majestades, hace ya tanto tiempo, siendo el objeto más preciado que tengo de cierta forma, me tranquilizaba.
