Capítulo dos.

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Seis años

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Seis años

Una niña de seis años que vivía con su madre adicta.

Una niña de seis años que vivía con su madre adicta y ésta murió frente a ella por una sobredosis. ¿Qué tan injusto era eso? Y, por si fuera poco, ahora un tira y floja por su custodia como si solo importaran los demás y no el bienestar de esa niña.

—Siento que esto es una trampa —murmura Heather deslizando el papel encerado que usé para cubrir las magdalenas que acabo de hornear. El vapor que todavía emana de ellas llenando la cocina con el aroma dulce que desprenden.

Se siente bien, lucen suaves, saben bastante dulces, pero siento que les faltó algo.

—¿Por qué te pondría una trampa? —reviro tomando mi propia magdalena, quitando el papel con mis uñas lentamente.

—Dímelo tú —murmura Heather riendo entre dientes antes de morder la masa horneada rellena con moras y mermelada de cereza, hace un sonido de satisfacción.

—Seis años —murmuro mirando la masa, probando la suavidad de esta con la yema de mis dedos antes de llevar un trozo a mi boca.

—¿Qué pasa con ese tiempo?

—Esa es la edad de la hermana de Abraham —murmuro, sintiendo su mirada confundida sobre mí, pero no la miro, dejando que su curiosidad se extienda mientras yo tuerzo los labios evaluando la explosión de color en la masa debido a las moras, creo que debí agregarle más canela.

—Pensé que su hermana tenía dieciséis ¿No es la chica que vino con él a buscar unos documentos de tu hermano?

—Ella es una, pero su padre tuvo otra hija antes de morir.

—¿Y tiene seis años? Qué bastardo infeliz ¡engañó a su esposa! —La indignación se desliza rápidamente en Heather y yo humedezco mis labios con un asentimiento.

—Eso no es lo peor que hizo —murmuro buscando mezclar lo que quiero decir, Heather levanta las cejas masticando lentamente y yo alzo la vista con un suspiro.

—¿Hizo algo peor?

—Prácticamente dejó un impedimento para que Abraham no pueda tener la custodia ahora que la madre de esa niña murió y no hay otro familiar materno que pueda hacerse cargo —Heather jadea dejando la magdalena en el plato para apretar sus manos en puños mientras mastica rápida y agresivamente antes de tragar y entonces soltar el enojo que le embarga.

—Pero ¿qué mierda pensaba ese bastardo infeliz? No solo no pudo guardarse el pene ¿también tiene que hacer una mierda para arruinarle más la vida a sus hijos?

Si fuera otra situación probablemente me reiría mientras ella continúa maldiciendo e insultando la memoria de un hombre al que ni siquiera conocía, Heather siempre ha sido una defensora de todos, esa fue la razón por la que terminamos siendo amigas en secundaria.

El favor más dulceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora