Iba sujeta suavemente a las crines del equino que trotaba rápidamente, sus ojos marrones se alternaban con el camino de tierra y los dos niños espartanos que aún dormitaban sobre su regazo, el viento golpeaba en su rostro haciéndole consciente del rastros de lágrimas secas que conservaba en las mejillas trigueñas, su cabello danzo con la brisa fresca del alba antes de que ésta cesará.
Había huido como cual cobarde de aquel campamento donde quedaron apenas y unos pocos retazos de aquel amor que sentía por el guerrero de ojos avellanos, se lamentó de no haberse despedido de Calixto y Heraclio, pero el dolor que experimento le caló hasta los huesos. Regresó solamente a la carpa por los dos niños a los cuales no dejó por miedo a que luego los asesinaran y tiraran sus cuerpos a la hoguera. Cabalgo bajo aquel manto estrellado hasta que el alba despuntó y lo lejos observó los cimientos de la ciudad ateniense que se alzaban majestuosos como siempre, la castaña hizo que el equino aminorara la marcha y atravesó el umbral del arco con calma.
El Varvakeios Agora apenas comenzaba a despertar, algunos comerciantes estaban colocando los puestesitos de ventas cuando vieron a la delfiense pasar, otros susurraron al reconocerla como una de las elegidas para ir con los guerreros, mientras los demás se extrañaron de que regresara sola y con dos niños desconocidos, sin embargo, en ningún momento Agatha se detuvo a dar explicaciones.La progenitora se encontraba sentada en aquella silla de mimbre mientra escogía el maíz, sus cansados ojos marrones miraban atentos cada granito que tomaba antes de colocarlo en el cuenco de madera o lanzar hacia la lejanía aquellos que estaban malos, en una de esas tantas veces en que lanzó el maíz distinguió a su hija que venía sobre el caballo macilento. A toda prisa la madre se levantó dejando todo de lado para aproximarse y recibir a la hija que apenas estuvo cerca esbozó un intento de sonrisa.
—Atha, pensaba que regresarías dentro de un par de días mas— Con un alivio realmente grande la madre estrechó entre sus brazos a la hija que descendió del caballo y que se había echado a sus brazos con un gran anhelo.— Pequeña ¿Que ocurrió?
Y esa sola pregunta le bastó para que la chica de tez trigueña afianzara más el agarre con su progenitora mientras hundía el rostro en aquel espacio que quedaba entre el cuello y hombro.
...
Agatha estaba comprando un par de ciruelas junto algunas frutas, se topó con varias de las chicas con las que bordaba y cada vez que le preguntaban el porqué había regresado antes que los demás, ella solamente se limitaba a decir que no había sido tan competente a la hora de prestar ayuda a los guerreros y aunque lo decía con tanta convicción algunos no le creían del todo, pues sabían bien del gran potencial que la joven tenía atendiendo a cualquier persona enferma o herida.
La delfiense hizo oídos sordo a todos los comentarios, por lo que tras terminar las compras se dispuso a regresar a su hogar donde los Miles y Orien le recibieron tiznado de tierra y el zumo de las fresas manchandoles las manos, la chica sonrió de medio lado antes de indicarles a los infantes que fueran a darse una ducha para bajar un rato al pueblo, los dos espartanos acataron la orden sin rechistar y la castaña entro a la morada para dejar la cesta con las frutas.
—¿Van a salir?— Interrogó la madre que se encontraba picando algunas hortalizas.
—Si, bajaremos al pueblo un rato— Respondió la chica mientras desempaca las compras.— Trataremos de llegar antes de la cena.
La adulta asintió, aun sabiendo que tal vez se tardarían un poco más.
Agatha espero a los niños; quienes apenas estuvieron listos llegaron a su lado para tomar cada uno la mano que la chica les tendía, así pues se despidieron para bajar al pueblo donde rondaba un ambiente de victoria y orgullo.
—¡Atenas ganó!—¡Los espartanos retrocedieron! ¡Viva el ejército helénico! ¡Viva Atenas!
Los menores se estremecieron ante aquellos comentarios y la castaña lo único que pudo hacer fue afianzar el agarre que mantenía en las manos de los niños, avanzaron un poco más antes de escuchar el característico sonido del shofar indicando a todo el pueblo que el ejército acaba de regresar. La delfiense se hizo a un lado, casi mezclándose con la multitud para tratar de pasar desapercibida, sus ojos marrones se alzaron notando a varios guerreros con vendas y parches en sus cuerpo, también logró divisar a Calixto que llevaba las vendas cambiadas, a Heraclio que iba con mínimas heridas y por último, lo vio a él, iba montado en el caballo color siena, sus rizos contrastaron con el azul del cielo despejado y casi por un mínimo instante ella logró apreciar de nuevo aquellos fanales avellanos.
—¿σωτήρας?— Inquirió Orien, su cabeza estaba ladeada con curiosidad ante aquella expresión algo peculiar que la mayor tenía.
—V-Vamos a comprar bougatsa ¿Si?
Con una sonrisa fingida que hizo a la femenina achicar la mirada propuso aquel nuevo plan, los infantes no se negaron y la chica dando una última mirada se encaminó en el sentido contrario de donde los guerreros entraban.
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ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀ
Fiksi Remaja«𝐅𝐢𝐠𝐮𝐫𝐚́𝐬𝐞𝐦𝐞, 𝐪𝐮𝐞 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐡𝐨𝐫𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐡𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞𝐬 𝐡𝐚𝐧 𝐢𝐠𝐧𝐨𝐫𝐚𝐝𝐨 𝐞𝐧𝐭𝐞𝐫𝐚𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐞𝐥 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐝𝐞𝐥 𝐚𝐦𝐨𝐫; 𝐩𝐨𝐫𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐢 𝐥𝐨 𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐢𝐞𝐬𝐞𝐧, 𝐥𝐞 𝐥𝐞𝐯𝐚𝐧𝐭𝐚𝐫𝐢́𝐚𝐧 𝐭𝐞𝐦𝐩𝐥𝐨𝐬 𝐲 𝐚...