En una calle sin importancia, en una esquina cualquiera, hay un pequeño local de amplios ventanales llamado el confidente de Melissa.
El confidente de Melissa podría ser una cafetería más, quizá algo especial por su comida extranjera y su aroma a café recién molido, intenso y oscuro, que es amargo dulce que excita y relaja a la vez.
Este es un lugar acogedor con muebles de escándalo pretensiones, quizá insignificante para las mirada más exquisitas, pero ricos en la historia y confidencias que se han ido posando sobre ellos y de las que no son testigos silenciosos.
A este sitio le da nombre un confidente de nogal, viejo y desgastado, pero aun extraordinario por delicado y laborioso tallado que unos dedos de adolescente labraron en la madera. En un rincón, el confidente gobierna callado y señorial, y a pesar del laborioso imán que ejerce entre los clientes, nadie osa por sentarse en dos asientos enfrentados.
Fuera merodea una gitana morena de ropa ajada, que dice la buenaventura a cambio de la voluntad. Hay quienes la creen, otros, no.
Pero todos se sienten intimidados por sus intensos ojos que arden como dos brasas de color de la esmeralda.
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EL AMOR HUELE A CAFÉ(progreso)
RandomEl amor es como el buen café. Hay que disfrutarlo sorbo a sorbo y con todos los sentidos.