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Es curioso cómo a mis veintitrés años de edad sigo creyendo que cuando alguien me dice algún halago lo hace por pena o para quedar bien.

Eso no hace más que afirmar mi baja autoestima, lo poquísimo que me quiero y lo mucho que deseo irme de aquí.

Cartas de una chica suicidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora