Alexandra
Jake está cayendo en mis redes. Intento sonar convincente, en algunos momentos me vuelvo muy vulnerable y en otros me vuelvo ofuscada, enojada, haciéndole creer que mis sentimientos son reales. No le pinto nada color de rosa; le hago pensar que estaba enamorada de él y que tiene una oportunidad, pero al mismo tiempo le hago pensar que debe ganársela. Si se lo hago muy fácil, Jake sospecharía.
Ya llevo más de un día de esto y ya puedo estar en la cabaña a libertad, lo que es un alivio increíble. Tengo que aguantar estar con Jake, ver películas y reírnos juntos como si fuéramos amigos toda la vida cuando en realidad quiero vomitar cada vez que estoy cerca de él.
Las puertas y las ventanas no son una opción. Están fortificadas y cerradas con un código, ni siquiera con una llave que pueda robar. Eso significa que no puedo intentar noquearlo y correr por mi vida.
Asesinarlo se ha pasado varias veces por mi cabeza, pero no estoy segura de tener las agallas y tampoco estoy segura de poder salir de aquí si es que lo logro. No quiero morirme de hambre en medio de un lugar abandonado por Dios. La cabaña no tiene señal telefónica y Jake siempre se asegura de no venir aquí con su celular para evitar cualquier tipo de rastreo.
Cada hora que pasaba, perdía un poco más la esperanza. Casi parecía imposible que me encontraran, sobre todo si papá estaba activamente interfiriendo con la búsqueda totalmente ignorante al hecho de que Jake estaba siguiendo sus propios planes y no los de él. No tenía idea de si Travis y Aiden podrían hacer algo, pero si no me aferraba a la esperanza de que estaban buscándome, me volvería loca. No tenía idea de hasta qué punto llegaba la locura de Jake, nos abía sin en cualquier momento nos haría recrear el final de Romeo y Julieta versión espeluznante, y no quería averiguarlo, tenía que seguir comprando tiempo.
—Alex, mañana tendremos que movernos —me comentó de pronto, distrayéndome de la comida que estaba preparando.
Sí, tenía un cuchillo gigante y afilado en la mano y no podía hacer nada con él.
Obligándome a mantener la calma, pregunté:
—¿Por qué?
—No es seguro. Podrían encontrarnos, y si tu padre te encuentra, va a lastimarte más.
—No quiero que mi padre me encuentre —admití, lo cual no era del todo mentira. Quería que alguien me encontrara, pero sabía que mi padre no estaba buscándome.
—Lo entiendo. No te preocupes, no dejaré que te lastime.
—Pero tampoco quiero irme, me gusta este lugar. Es tan... tranquilo. Me gusta estar aquí... contigo.
—A mí también me gusta, Alex, pero no tenemos opción.
—¿Podemos... solo quedarnos un par de días más? Puede que sea el síndrome de Estocolmo —intenté bromear para calmar los ánimos, y lo logré porque Jake sonrió ampliamente—, pero me siento a gusto en este lugar, sin preocupaciones y sin mi familia respirándome en el hombro. Sin tener que cumplir expectativas... siento que tú... no me juzgas.
Mentiras y más mentiras. Estaba lista para entrar en la política.
—Nunca lo haría, Alex —se acercó a mí y me dio un beso en la frente. De cierta forma agradecía que no fuera en los labios, pero de todas formas me pareció repulsivo y tomó todo de mí no expresar mi cara de asco absoluto—. Está bien, podemos quedarnos unos días más, pero nos iremos el domingo en la madrugada.
—Me parece bien —dije, porque si seguía discutiendo sería demasiado obvio que no quería cambiar de ubicación porque se haría más difícil encontrarme.
Por otro lado, escapar durante el viaje podría ser una oportunidad, pero nada me aseguraba que no me dieran otro golpe en la cabeza para dejarme inconsciente.
El plan estaba marchando bien. Tenía dos días para convencer a Jake que estaba de su lado, lo suficiente como para que alguien pudiera encontrarme o confiara en mí lo suficiente como para trasladarme sin hacerme perder la conciencia.
—Alex, lo lamento. Sabes que no puedo arriesgarme. Voy a necesitar que te tomes esto el día que nos vayamos.
Me mostró unas pastillas pequeñas y blancas con forma de círculo.
—¿Qué es eso? —pregunté con la voz temblorosa.
—Es un sedante hipnótico. Te hará dormir por un par de horas.
Todo mi cuerpo me gritó en ese momento que peleara con uñas y dientes si era necesario. No podía perder la consciencia junto a Jake, al menos no sin una buena pelea, pero tuve que recordarme que aún quedaban dos días en los que podía intentar algo.
—Está... está bien, pero no me agrada la idea.
—Lo sé, pero tienes que entender que lo hago por nosotros, Alex. Lo entenderás algún día.
—Vale. De todas formas, me aburro un montón cuando no estás por las tardes. Vi que tenías una celular en los cajones, ¿podrías prestármelo para jugar a algunos juegos? ¿O tendrás quizá una consola de videojuegos?
Pareció dudar un poco, pero claro, solo era un celular sin conexión alguna al internet y aunque la tuviera, no es como que hubiese señal en la cabaña, no podía ser algo malo, ¿no? Sabía que no tenía una consola de videojuegos, así que si quería complacerme, me daría el celular.
El celular siempre ha estado a mi alcance, e incluso lo revisé cuando no estaba mirando. Para mi mala suerte, Jake no era tonto, y el celular era inservible. Estaba a mi alcance, jamás se me dijo que no lo tocara, podría tomarlo de todas formas, pero si le preguntaba a Jake entonces se vería menos sospechoso. Además, estaba segura de que si lo movía sin su permiso, se daría cuenta y sabría que tramaba algo. Quizá incluso lo había puesto ahí como una prueba de confianza.
Quién sabía, estaba tan demente que podía ser cualquier cosa.
—Puedes tener el celular, pero solo tiene uno que otro juego genérico.
—Servirá.
Entonces Jake me entregó el celular y siguió viendo el partido de hockey en la TV.
Mi plan estaba en marcha.
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The wrong side of town - Parte I y II
RomanceAlexandra King es una reina; la reina de la escuela, la reina de toda la ciudad. Hija del alcalde de Sylver Valley y capitana de las porristas, se encuentra en la cima de la pirámide social, pero tiene un pequeño secreto. Está enamorada de quién no...