Capítulo 8

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El ruido de la lluvia golpeando las ventanas del convento llenó el aire, como un eco de las emociones tumultuosas que llenaban los corazones de Jimin y Jungkook. 

Lo habían hecho, lo habían cometido, ya no había vuelta atrás, nadie tenía que saberlo

Se encontraban en la habitación de Jungkook, compartiendo una última y dolorosa conversación antes de separarse.

Jimin miró a Jungkook con ojos cristalinos, su voz temblando bajo el peso de sus palabras. —Sabemos que esto está mal, Jungkook, y que debemos poner fin a nuestra relación. Las normas del convento y nuestras promesas son claras.

Jungkook asintió con tristeza, sintiendo la misma agonía en su interior, anoche había dejado de lado todo, y aunque no se arrepentía de haber cometido semejante pecado, no pudo luchar por eso, sabía que tenía razón y que no podía contradecirle, ya no había nada por hacer.

—Tienes razón, Jimin. No queremos lastimar a nadie más, pero, por favor, nunca dudes de mi amor por ti. Siempre estarás en mi corazón.

El sonido de la lluvia se intensificó, como si el cielo también llorara su despedida. Jimin dio un paso más cerca de Jungkook, y sus labios se encontraron en un beso final y apasionado, con la intensidad de todo lo que no podían decir con palabras. Sus lágrimas se mezclaron con la lluvia en sus mejillas mientras se abrazaban con fuerza.

—Pase lo que pase, siempre te amaré, Jungkook— susurró Jimin.

El futuro sacerdote aspiró profundamente, tratando de contener su emoción—Y yo a ti, Jimin. Siempre.

Después de su desgarradora despedida, Jungkook miró a Jimin mientras este se alejaba bajo la tormenta. Sabía que la lluvia borraba las huellas de sus lágrimas, al igual que el destino les había robado su amor.

La tormenta se intensificó en el convento, como si el cielo mismo llorara la triste separación de Jimin y Jungkook. Después de la desgarradora despedida, Jimin se retiró a su habitación, donde el eco de sus emociones atormentaba sus pensamientos.

Mientras el sonido de la lluvia continuaba golpeando las ventanas, Jimin se encontró solo, incapaz de contener las lágrimas. Cada gota de lluvia que chocaba contra el cristal parecía llevar consigo sus susurros de amor y despedida. La necesidad de Jungkook le pesaba en el corazón, y sabía que el camino que habían elegido era el correcto, pero también el más doloroso. 

Con las piernas temblorosas se desplomó en el suelo—¿Por qué, corazón?— Jimin murmuró para sí mismo mientras sus lágrimas se mezclaban con la lluvia —¿Por qué el amor no entiende de reglas?

En la habitación de Jungkook, el joven sacerdote también se debatía en su propio tormento. Las lágrimas recorrían sus mejillas mientras contemplaba la desgarradora decisión que habían tomado. Sabía que estaba siguiendo el camino de su fe y cumpliendo con su deber, pero eso no disminuía la agonía de perder al hombre que amaba.

—Bajo la lluvia, bajo el peso de nuestras promesas— susurró Jungkook mientras miraba por la ventana. —Me has dejado, Jimin, pero tu amor nunca abandonará mi corazón.

La tormenta continuó rugiendo afuera, y en medio de esa furia natural, Jimin y Jungkook se encontraban atrapados en su propia tormenta de emociones, esperando encontrar la paz en sus corazones rotos.

La tormenta continuó rugiendo afuera, y en medio de esa furia natural, Jimin y Jungkook se encontraban atrapados en su propia tormenta de emociones, esperando encontrar la paz en sus corazones rotos

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El convento retumbaba con el eco del silencio después de la dolorosa separación de Jimin y Jungkook. La tormenta había cedido, pero la tensión en el aire persistía. A medida que los días pasaban, Jungkook se encontraba aún más atrapado en las garras de Namjoon.

El padre Namjoon, ahora libre de la influencia de Jimin, comenzó a revelar su plan a Jungkook. El joven  lo escuchaba con atención, aunque había algo en las palabras de Namjoon que le hacía sentir inquietud, ¿Por qué? desde sus escasos recuerdos, no recordaba sentirse así.

—Jungkook, pronto llegará el día de tu ordenación como sacerdote— dijo Namjoon con una sonrisa tranquila. —Y cuando eso suceda, el poder de este convento estará en tus manos. Serás el líder de esta comunidad religiosa, orarás la palabra de Dios y yo te guiaré para asegurarnos de que todo salga como está previsto.

Jungkook asintió ante las palabras de Namjoon, pero su mente vagó hacia el pasado, a un momento en su infancia que había estado tratando de olvidar.

El recuerdo lo llevó a su niñez, cuando era solo un niño inocente que se unió al convento. Namjoon, un hombre carismático y convincente, lo había acogido como su pupilo. Pero lo que Jungkook no sabía en ese momento era que Namjoon tenía planes oscuros para él. ¿Qué planes?

En el recuerdo, el joven Jungkook era vulnerable y ansioso por agradar. Namjoon le enseñaba los principios de la fe y la religión, pero también lo manipulaba sutilmente. Jungkook recordó cómo Namjoon lo convencía de que su destino estaba predestinado, que él era la clave para el futuro del convento. La inocencia de Jungkook fue aprovechada por Namjoon, quien sembró las semillas de la ambición en su mente joven y maleable.

La conciencia de Jungkook le decía que algo estaba mal, pero tenía más fe en que este era su camino y que debía estar agradecido con Namjoon en vez de estar pensando en todo esto.

 Después de todo, Namjoon lo había salvado. 

Ahora solo faltaban dos días para ser el nuevo sacerdote, se sentía listo, era lo que había anhelado desde hace mucho. ¿Entonces por qué su conciencia le decía que renuncie a todo? ¿Acaso Dios estaba jugando con él?

Continuará...

Amor Prohibido /KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora