UN ENCUENTRO EN LA NOCHE

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La atmósfera estaba llegando a él. Peat maldijo a suimaginación hiperactiva mientras se encogía másprofundamente en el cálido abrazo de su campera.Realmente, él era demasiado viejo para ponerse nerviosopor cuentos espeluznantes, historias de fantasmas y cosasque te saltaban en la noche. 

Su charla de refuerzo no evito al escalofrío depropagarse por su columna vertebral. De todas las nochespara caminar a casa de clase, tenía que escoger esta noche. La noche antes de Halloween. Mañana el plantel estaríaabarrotado, gente en trajes ridículos vagando por lascalles y los estudiantes joviales por el uso liberal dealcohol.

¿Pero el treinta de octubre? Ese era el que lemolestaba. Siempre lo había sido. Entonces, ¿Qué hizo?Algo audaz, completamente diferente a él, y totalmente endesacuerdo con la etiqueta de geek1 aún tenazmenteaferrada a su reputación.

Peat dobló la esquina, acelerando el paso mientraslos nuevos edificios de ladrillo de la universidad dabanpaso a la arquitectura más antigua. No estaba lejos ahora.Él vivía en una antigua, elegantemente envejecida yrestaurada casa victoriana que adoraba. Al menos durante el verano. Le encantaría durante el resto del año, también,si no resultara estar justo al lado de la mayor fraternidaden la universidad. Él mantenía la esperanza de que un díalos estudiantes finalmente volarían la casa de lafraternidad. Entonces podría conseguir una noche desueño ininterrumpido.

La última vez que había caminado a casa, Peat casihabía sido golpeado en la cabeza con una pelota de fútbol,por lo que estaba particularmente atento cuando dobló laúltima esquina. De lo contrario, se lo habría perdido.

 Algo oscuro y rápido cruzo rápidamente por suvisión periférica. Peat volvió la cabeza para mirar comouna sombra se precipitaba alrededor de un automóvilestacionado a la calle. Los movimientos del hombre eranfluidos, su carrera más como un deslizamiento. Peat estaba admirando la suave gracia -le habían dicho que élse parecía a un pollo agitándose cuando corría- cuandovio el destello de los faros. 

―¡Mierda! ―Peat apenas tuvo tiempo de pronunciaren voz alta y sentida la maldición antes de que coche yhombre colisionaran con un fuerte golpe. El coche siguiósu camino. El hombre no lo hizo. 

Peat corrió a la calle, el pánico haciendo a su corazónlatir más rápido. Se deslizó de rodillas en el pavimento. 

―Oh. Oh. ―Él estaba revoloteando un poco,agitando las manos en el aire sin poder hacer nada.Sangre, había tanta sangre. Era un geek de la historia.¿Qué diablos sabía él sobre primeros auxilios?

 La quieta figura se agitó y dejó escapar un alto gemido de dolor. Peat casi sollozo con alivio. Ok, él nohabía sido testigo de una muerte. Eso era genial.

Sería aún mejor si alguien llamara a una ambulancia. 

Peat levantó la vista del cuerpo tendido, observandola calle vacía. La casa de la fraternidad estaba oscura y ensilencio. Y ¿no era esa tan sólo su suerte? Siempre habíaalguien en casa.A excepción de esta noche, al parecer.Con otro sonido largo, lleno de dolor, el hombre sesentó.

 ―No creo que debas moverte, ―Peat amonestó,poniendo su mano en el hombro del hombre y tratando deempujarlo hacia abajo. Era como tratar de empujar unapared de ladrillo―. 

Puede que tengas... diablos, no sé,lesiones en el cuello o algo así.

 ―Estoy bien. ―La voz del hombre era oscura yrasposa y envió escalofríos de placer por la espalda dePeat.

 No es el momento, Peat.

 ―En serio, amigo. Fuiste atropellado por un coche.―Destacó las últimas cuatro palabras, queriendoasegurarse de que el hombre entendiera la gravedad de lasituación. Sólo en caso de que podría haberlo pasado poralto. 

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