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Todos sabemos el típico argumento de película romántica cuando la chica se enamora del chico, ¿verdad? Pues bien, era la primera vez en mi vida que lo sentía.
Él era alto, muy guapo, listo y con esa vibra de chico malo que tanto me gustaba.
Se llamaba Aaron y lo conocí en mi instituto. Compartíamos una cuantas clases, pero ha decir verdad yo no me había fijado mucho en él, hasta que un día se decidió a hablar conmigo justo después de una clase y desde entonces no me lo había podido sacar de la cabeza.
Me pidió salir al poco de empezar a hablar. Cosa que me encantó, porque era totalmente mi tipo y me encantaba como era y como me trataba.
Fue así como empezamos a salir, pero poco después encontré el primer problema: mi padre.
Tenía que contárselo.
Y era eso lo que me disponía a hacer.
Llamé a mi padre, le pedí que viniese a mi habitación y acto seguido entré yo a esperar.
Dentro se encontraba mi hermana, con cara de sueño y vestida con su pijama.
Había vuelto hace poco del internado y la verdad es que la veía más feliz que cuando vivía solo en casa.
—¿Qué pasa, Kaite? —me preguntó una vez entré a la habitación.
—Le voy a contar a papá que tengo novio —solté con nerviosismo.
Mi hermana me miró con los ojos abiertos.
—Está claro que no se lo va a tomar bien, pero haces bien en decírselo —me aseguró—. Además de que como la mejor hermana mayor del mundo que soy, me voy a quedar contigo mientras te enfrentas a papá.
Yo le sonreí muy agradecida y me apresuré a darle un abrazo.
—Gracias.
—Siempre me tendrás aquí para lo que necesites, Katie —me respondió—. Siempre.
Justo después de eso, la puerta del cuarto se abrió de par en par, dejando entrar a mi padre a mi cuarto.
Y ahí es donde empezó el caos.
Estaba muy nerviosa, demasiado. Pero acabé por tener las agallas de decírselo.
Se enfadó, eso estaba claro.
Pero yo también acabé por explotar.
Lo amenacé con irme de casa, mi hermana trató de ayudar.
Mi padre me gritó.
Le respondí, porque yo ya no estaba dispuesta a callarme.
Él sacó un arma.
Apuntó.
El miedo se me activó.
Comencé a correr.
Disparó.
Falló el tiro.
Salí de allí.
El grito de mi hermana me heló la sangre.
No mire atrás; no podía hacerlo si quería salir viva de allí. Porque sabía que mi padre podría haber fallado una vez, pero no lo haría dos veces.
Escapé de allí.
Y justo después, comenzó el infierno.
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La nueva obsesión
RomanceCon dieciséis años creí tocar el infierno. Con diecisiete me enviaron a él. Y con dieciocho experimenté el placer de fundirme en llamas junto a la pareja de hermanos más hermosamente peligrosos que jamás he tenido el placer de ver.