Esta es la historia de Margarita Escalante, una madura, elegante y poderosa empresaria, experta en el juego de las apariencias. Quién tenía la fuerte convicción de que su vida ya estaba hecha, hasta que conoce a Adriano Conti; un joven empleado de b...
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Capítulo 29
Estruendo
Mansión Escalante
Margarita, llega a su casa angustiada por su discusión con Adriano. Camino a subir las escaleras se topa con Natalia, quien cuelga una llamada y se dirige hacia ella.
—¡Estoy feliz!
Margarita, analiza esa rareza:
—¿Y eso por qué?
Natalia— No voy a ir al cumpleaños de Laura. Me llamó Meli la hermana de Alex, para decirme que llega el domingo y como le quiere dar una sorpresa a la familia me pidió de favor que la buscara al aeropuerto. Le voy a escribir a Esmeralda, para no ir a buscarla con el chofer.
Margarita— Ten cuidado con lo que estés planificando hacer, porque tu todavía no estás bien.
Natalia— Ya lo sé y no pienso hacer nada malo. Sigo traumada, así que puedes estar tranquila. ¡Ah! Y otra cosa... Le ofrecí que se quedara en el cuarto de huéspedes.
Margarita, se paraliza:
—Pero, ¿Cómo te atreviste a invitarla sin consultarnos primero? ¿O es que tu papá ya lo sabe?
Natalia— ¿Cómo lo va a saber si acabo de hablar con ella? ¿Y qué importa si se lo digo ahora o después? Si de todos modos me va a decir que sí.
Margarita, piensa en su situación:
—¿Cuántos días se va a quedar?
Natalia— Cinco. —Observa a detalle la reacción de su madre.
Margarita, disimula su disgusto:
—Si ya se lo dijiste... Pues ni modo. ¿Y tú hermana? ¿Ya llegó?
Natalia— Yo que sé, ¿No se supone que trabajan juntas?
Margarita— Trabajamos en la misma empresa, no en el mismo Piso.
Rogelio, llega. Las saluda.
Natalia, se emociona al verlo:
—¡Pa! Te tengo que contar... —Rogelio recibe su abrazo, mientras observa a Margarita. Ella se retira con desánimo al cuarto matrimonial.
Casa de Doña Norma
Cuarto
Adriano, continúa tumbado en la cama pensando en su discusión con Margarita. Se siente intranquilo.
Contempla la posibilidad de escribirle, pero su orgullo lo domina:
—Si ella fue la que desconfió de mí... y encima me sacó de la oficina, ¿Por qué tengo que escribirle yo?
Como consecuencia de su indecisión, se mantiene despierto hasta la madrugada. Para su desgracia... el cansancio lo termina venciendo minutos antes de sonar el despertador.
