Gritos enfurecidos de la madre Nädar.

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Un estruendo cegador turbó los sentidos de Vidar. Odiaba las tormentas. Si no fuera por el hambre insoportable de no haber comido toda una semana, no habría salido a cazar aquella noche. Abrió las fauces cubiertas de picos blancos, y de un mordisco tomó músculos, tendones y arterias de la pierna de su presa, exponiendo el hueso.

» Insípido «

Pensó decaído, y otro trueno hizo que apretara los ojos. Aquello era una tortura. Dio otra mordida a la pierna. No degustaba con placer su comida, pero debía alimentarse, si seguía perdiendo peso cualquier otro podría ganar su guarida, y últimamente eran escasas.

Vidar miró los otros cadáveres, dos niños y un hombre, que ahora solo eran un grupo de huesos sanguinolentos, intestinos y tripas. Su rostro dibujó una sonrisa lobuna recordando los gritos de los niños, habían sido los últimos en morir.

—Mamaa—Imitó el lobo burlón, y luego rio con su voz de piedra.

Era un gusto extraño para su especie el jugar con la comida, su madre lo regañaba de niño.

"Eso es cosa de Gatos" decía ella, pero Vidar no podía evitarlo. No había nada que disfrutase más que la persecución. Ver como corren desesperados, la esperanza de escapar en sus ojos y luego...

Otro mordisco terminó con la carne del muslo, a esa a quien devoraba era la madre de los niños, la segunda en morir, luego de su esposo. Vidar los había asesinado en su propia casa y allí mismo se había alimentado.

Se limpió el hocico con el antebrazo y se levantó en sus patas traseras. En aquella postura su lomo casi rosaba el techo y la casa en comparación parecía haberse encogido. Miró por la ventana. Últimamente no había día que no lloviese, un viento frenético se escuchaba surfear entre los árboles. El aullido de la depredadora que a todos caza. La madre Nädar. 

__ Que la madre me proteja

Le dijo a los cadáveres en el suelo. Para los que la protección de la madre había faltado hacía un par de horas.

Vidar salió bajo la lluvia, el olor a tierra húmeda entumeciendo su olfato. Sacó la lengua para beber un poco de agua, luego inspiró hondo para llenar sus pulmones de aire y se abalanzó contra la oscuridad del bosque. Con el frío fango frenando sus pasos, se desplazaba con dificultad, tensando cada uno de sus músculos para no perder velocidad. El aire no olí a nada, eso es lo que más odiaba de las tormentas, no los rayos cegadores, ni el frío abrazador, el olor, aquel olor que castraba al resto de olores.

"Odiar el agua es cosa de gatos" Había dicho su madre alguna vez ¿Por qué siempre terminaba comparándolo con...?

Algo golpeo el hocico de Vidar y frenó bruscamente, salpicando los árboles de alrededor con una avalancha de fango ¿Qué había sido eso? ¿Una rama?

Vidar se tocó el hocico en busca de heridas, pero no encontró nada. Entonces lo sintió de nuevo, un golpe seco en sus fauces. ¿Qué pudo...? No era físico, era...un olor. La saliva comenzó a acumularse bajo su lengua. ¿Cómo podía algo oler tan bien? Olfateó con fuerza y la intensidad del olor se dibujó en el aire. Venía del Oeste. Antes de que el lobo pudiese notarlo ya se encontraba corriendo en esa dirección, como si aquel dulce aroma fuese una soga en el cuello que lo arrastrase entre los árboles.

Era carne, sabía que era carne, pero no olía como la carne de esos famélicos campesinos a los que estaba acostumbrado. Un recuerdo de su infancia se hizo presente. Una noche fría, acurrucado en la camada junto a sus hermanos, recordó haber sentido aquel olor. La figura de su madre se había alzado sobre ellos, con una familia de conejos entre las fauces.

Vio humo entre los árboles y se detuvo para observar desde la oscuridad. Una hermosa choza se alzaba en medio de un claro, junto a un arroyo plateado que llenaba de color a un frondoso huerto de zanahorias y remolachas. En aquella parte del bosque la lluvia caía con menos fuerza, tímida y delicada, dotando de magia a aquel esplendoroso lugar. Vidar inspiró y el aroma invadió todo su hocico hasta empapar su cerebro. Definitivamente, alguien estaba cocinando un conejo. No se podía ver mucho por las ventanas de cristales empañados, así que debía acercarse.

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