Meeting

469 35 3
                                    

—Te he dicho que no desesperes. —Sigewinne le ofreció uno de sus brebajes—. Anda, tómalo.

—Sigewinne —con una mueca de disgusto—, eres consciente de que tus malteadas saben del asco, ¿verdad?

—Lo sé —insistió—, pero te hará sentir mejor.

—O peor. —miró con sospecha—.

—No, sabes que eso no pasará.

—Lo que no pasará es que alguien vaya a responderme esa maldita carta —su semblante cambió a uno furioso—.

—No digas eso Wriothesley —lo animó la Melusina—. ¡Pronto vendrá alguien a ayudar! —dijo animada—.

—¡¡AAAAAAAAAASH!! —gritó desesperado—, ¡solo esperaba una respuesta!

—¡Y pronto la tendrás! —alzó las manos la enfermera—, ¡no te desanimes!

—¿Por qué siempre tengo que resolver todo solo?

—Anda, sabes que me tienes a mi y a todos los celadores, los reclusos y los demás empleados también te respetan y te aprecian —volvió a animarlo—. No estás solo Thesley...

—¡MHN! —golpeó el escritorio con los puños cerrados a la vez que se alzó de pie—, ¡tienes razón! debo proteger el Fuerte Merópide como un Duque.

Y luego de ello tomó la mezcla que la enfermera le preparó de un solo tirón y aunque su sabor fuera de muerte, lo hizo con ánimo y preparado para comerse el mundo; así comenzó su recorrido por el Fuerte Merópide, primero se aproximó a verificar si había llegado algún correo filtrado con el de los reclusos. Allí se quedó hablando un buen rato con Lutzo, quién le contó una historia sobre un recluso que se desmayó haciendo la fila para entregar un sobre y que cuando vinieron a llevarlo se largó a gritar en un idioma extraño frases que nadie entendió. En ese entonces todos los allí presentes comenzaron a asustarse y quizás por el hambre, por haber estado horas esperando en la fila o por encontrarse de mal humor y demás, acabaron teniendo visiones extrañas y alucinaron de manera colectiva, aquello le causó un terror increíble a Lutzo. Wriothesley escuchó atento la historia y dejando salir una risa por lo bajo palmeó el hombro del muchacho.

—Oye, sí que está de miedo trabajar aquí —cruzado de brazos alzó una ceja y le lanzó una mirada tenebrosa a propósito—.

—N-ni que lo diga Excelentísimo Don Wriothesley —se quejó el recepcionista sacudiendo sus manos—, si no me hubiera acostumbrado ya tendrías mi carta de renuncia.

—HAHAHA ¡eso ni de broma! —volvió a palmearle el hombro. El otro negó con la cabeza—.

—Creo que sobreestimas mis habilidades. Después de todo solo entrego y recibo el correo y suelo tardar más de lo normal —dictó cabizbajo—.

—Y lo haces de maravilla. Tómate tu tiempo, que nadie te apresure y quién lo haga, conocerá a mis dos amigos —dictó golpeando uno de sus puños cerrados en una de las palmas de sus manos—.

—E-este... está bien. Pero no hace falta que utilices la violencia Señor Wriothesley —habló algo avergonzado—.

—La usaré de ser necesario —guiñó un ojo para ofrecer complicidad—. Por cierto Lutzo. Sabes que Sigewinne puede ayudarte si lo necesitas, no dudes en pedirle asistencia si te sientes mal, ¿de acuerdo?

—¡D-de acuerdo! —hizo un saludo estilo militar y sus mejillas se pusieron completamente rojas cuando escuchó al jefe preocuparse de aquella manera por él.

—¡HAHAHA! eres tan especial Lutzo.

—Ya —llevó una de sus manos a la nuca.

—Oye —su tono cambió a uno un poco más serio—, necesito preguntarte algo.

Lie me if you can ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora