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—¿Sabes? Creo que es un buen momento para decirte algo, cachorrito —dijo el hombre en tono reflexivo, su voz temblando ligeramente

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—¿Sabes? Creo que es un buen momento para decirte algo, cachorrito —dijo el hombre en tono reflexivo, su voz temblando ligeramente. Era un secreto pesado, uno que había mantenido oculto en lo más profundo de su corazón por tanto tiempo que apenas podía soportarlo más. El cachorro lo miró con esos ojos brillantes, llenos de una inocencia que solo un ser tan puro podía mostrar, e inclinó la cabeza, como si realmente estuviera esperando entender.

El hombre suspiró, desviando la mirada hacia el suelo. Era una sensación indescriptible: una mezcla de culpa y resignación que lo atravesaba como una flecha. Cada vez que pensaba en lo que estaba ocurriendo, en la sombra de aquel peligro incontrolable, su estómago se retorcía.

—A veces siento que lo que estamos haciendo no está bien, pero imagínate cómo reaccionaría la gente si reveláramos que existe una amenaza mucho mayor, una que ni siquiera nosotros podemos controlar —susurró, como si el propio aire se volviera más pesado al confesarlo.

El cachorro siguió mirándolo atentamente, y tras unos instantes de silencio, comenzó a mover la cola con suavidad, en un intento por consolarlo. Aquella pequeña señal de alegría, sin ningún tipo de juicio, le arrancó al hombre una sonrisa sincera y, a la vez, le hizo sentir el peso de sus palabras.

—¿Tú me entiendes? ¡Oh, eso es todo un logro! —exclamó, forzando una risa para aliviar la tensión en su pecho—. Aunque si lo digo en voz alta, seguro pensarán que estoy loco... —añadió, lanzando una mirada de desconfianza a su alrededor.

Se inclinó hacia el cachorro, sus manos temblando mientras se apoyaba en la jaula. Sabía que era una locura, pero hablar con aquel pequeño ser lo hacía sentir menos solo, como si el cachorro realmente comprendiera el dolor y la incertidumbre que lo atormentaban.

—Mañana te daré algo —prometió, bajando la voz hasta un susurro—. Solo... no dejes que estos tipos se enteren. Son más fríos y calculadores de lo que aparentan.

Trollino miraba la corona con una nostalgia dolorosa

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Trollino miraba la corona con una nostalgia dolorosa. Su mano la acariciaba lentamente, recordando el día en que llegó a su vida, junto a su prometida, Roberta. Eran tiempos felices, tiempos en los que el peso de la responsabilidad no lo aplastaba como ahora. Con un suspiro, se dio cuenta de lo mucho que había perdido, y de lo poco que entendía sobre el peligro que ahora lo rodeaba. Tenía que encontrar a Mike, a toda costa, pero sentía que sus fuerzas se agotaban, y que sus amigos, Timba y Robin, estaban comenzando a verlo como una carga debido a su mal estado físico.

M1-K3 (LPDM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora