CAPITULO 92

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Los de Evangeline evitaban mirar los de sus hermanos, Lennox la había llamado para que se presente en su despacho aquella misma mañana. El duque permanecía sentado frente a ella sin decir ni una sola palabra, aunque Drystan se hubiera encargado de mantenerlo todo en el mismo lugar antes de salir de allí, habían dejado algunas marcas significativas que los delataban.

Evangeline miraba de reojo el medallón que había sobre el escritorio, Lennox lo había dejado allí para que lo viera. Aquel medallón había sido un regalo de su madre en su última visitaba, Evangeline solía combinarlos con sus vestidos verdes para que resaltara aún más.

-Pensé que lo echarías de menos, hermana. – Evangeline silbo. – Fue una gran sorpresa encontrármelo sobre mi sillón está mañana ¿sabes que pudo ocurrir?

-Recuerda que ayer por la tarde me llamaste, para darme tan grata noticia, hermano. – respondió con ironía. – De la sorpresa pudo haberse caído, le pedí a Drystan que lo buscara. – mintió. – Gracias por encontrarlo.

Lennox sostuvo la mano de Evangeline cuando intento llevarse el medallón, el duque negó con la cabeza cuando quiso levantarse, diciéndole que no importaba si faltaba a una de sus clases. Quería hablar con ella, así que no la iba a dejar marchar hasta que la conversación terminara.

-Drystan me está esperando en las caballerizas, se preocupara si no voy. – Lennox sonrió. – Hermano, debo...

-No te preocupes por Drystan, le pedí a Rudolf que le avisará, pronto estará aquí con nosotros.

La mano de Evangeline comenzó a temblar, Lennox no arremetería contra ella, tampoco sería capaz de levantarle la mano por haber cotilleado entre sus cosas. Pero Drystan no correría la misma suerte que ella, como guardián debería cumplir con su castigo y con el de ella. Evangeline miró a su hermano con miedo, preocupada por su guardián. Había castigado a Pietro en el pasado, nada le impedía hacerlo con Drystan.

-Él no tuvo la culpa, tan solo siguió mis órdenes, hermano. – le aclaro. – No voy a permitirte que le pongas una mano encima a mi guardián, como tu hermana debes cumplir con mis...

-Tan solo quiero hablar con los pequeños cotillas que entraron a mi despacho anoche. – sonrió. – Mi pequeño doncel me ha amenazado con no permitirme acercarme a él, si os hacía algo.

-Nolan ¿nos ha protegido?

Lennox no pudo evitar reírse ante la incredulidad de Evangeline, era como si ni ella misma pudiera creer que el doncel era capaz de enfadarse con su esposo por una mínima herida que le hiciera a alguno de los dos. Nolan había sido claro con la amenaza, si Drystan o Evangeline sufrían algún castigo, dormirían en habitaciones separadas de por vida y no le permitiría acercarse a él o al bebé por el restos de sus días, para enfatizar su amenaza sentencio que cumpliría cada una de sus declaraciones si alguna de sus normas caían en el olvido de su esposo.

-No puedo hacer enfadar a mi querido doncel, hermana. – respondió con una pequeña risita. – Desde que está en estado, sus amenazas han cobrado vida. Recuerda lo que paso la semana pasada, cuando me olvide de traerle unos dulces de mi viaje.

-Dormiste en tu despacho durante tres días. – Lennox rio. – Nolan te lo recordó varias veces antes de que partieras, se enfadó aún más cuando le dijiste que no te lo había dicho.

-Por eso no quiero volver a hacerlo enfadar, me costó mucho convencerle de que de que fue una equivocación.

-Enviaste a cuatro guardianes a Arife para que consiguieran manzanas de caramelo, y los dulces que le gustaban a mi cuñado. – Lennox suspiro. – Nolan te perdono tan solo porque le dejaste comer más de la cuenta.

¡Maldito, pequeño doncel!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora