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♡CAPÍTULO 30♡
WILLIAM.
Oí a mi primo Matthew hablar de una mujer con la que había compartido muchísimas cosas. Ninguna en lo que a cuestiones románticas se refiere, ni mucho menos, pero sí había pasado el suficiente tiempo con ella desnudo o en multitud de situaciones y circunstancias como para que se hubiese convertido en alguien muy importante en mi vida.
Creí que, de cierta manera, era importante.
Sí, a pesar de su carácter a veces irritante, porque yo sabía perfectamente cómo es que ella era, se había ganado un hueco en mi vida.
Habría sido importante si no se hubiese convertido en una maldita piedra en el zapato que era incapaz de comprender lo que significaba un "sin compromisos", lo que significaba un "no siento lo mismo" y, también, que acabó por no comprender tampoco lo que significaba un "se acabó". Y, francamente, no podía echarle toda la culpa a ella a pesar de que se había ganado a pulso mi rechazo total con sus insultos, sus amenazas y el bofetón que tuvo la osadía de asestarme en toda la cara.
Tal vez me lo merecía por todas las veces que la usé. Pero no podría decirse que ella no recibió a cambio también bastante. No solo me tenía a mí cuando la buscaba, incluso a veces cuando me buscaba ella a mí, sino que había disfrutado de los lujos de mi compañía cuando me acompañaba a donde me la llevase, tenía contactos gracias a mí y poseía amistades que yo ya no conservaba pero ella sí. Además, su cuenta bancaria se nutría mes a mes de una más que generosa remuneración por su labor en mi empresa que yo mismo demandé para ella precisamente por lo buena que era en su trabajo, pero también porque nos conocíamos y creí que debía llevar la vida que yo pensaba que merecía, a pesar de que siempre fui muy consciente de que Michelle no podría definírsele exactamente como a una buena chica.
Era celosa, mentirosa, manipuladora y su pasatiempo favorito era llevarse a la cama a algunos de mis amigos o a los múltiples tipos con los que yo hacía negocios buscando darme unos celos que nunca llegaban.
Simplemente me daba exactamente igual lo que hiciese con su cuerpo, que era lo que esperaba que ella sintiese con respecto al mío porque nunca, jamás, le di ninguna esperanza de que lo que teníamos fuese a pasar de intimar sexualmente.
En cualquier caso, sabía cómo era ella, sabía lo que sentía por mí y, aun así, seguí llamándola cada vez que necesitaba escapar. Una vía de escape tóxica e indomable... y rápida. Porque si en algo no mentía Michelle es en eso de que siempre estaba dispuesta para mí, con su puerta abierta –o las piernas– cada vez que a mí me daba la puñetera gana. La usé para el placer. Para cenas que terminaban en noches de hotel. Para pedir su opinión porque, maldita sea, era buena en su trabajo. Muy buena. Pero también la usé para cargarla de trabajo que yo no quería hacer solo cuando quería quitármela de encima.
Tampoco podía olvidar, y no lo olvidaría jamás, que fue ella la que me permitió yacer en sus brazos cuando mi hermano murió, y que me consoló durante un funeral y su posterior sepelio en el que estuve ausente, de pie en parte gracias a que ella, junto a Matthew, se mantuvo firme a mi lado, seco, vacío.
Porque no lloré.
No fui capaz de llorar porque me sentí tan culpable de la muerte de Wyatt, de no darme cuenta de que mi hermano estaba tan jodido que no vio otra salida que quitarse la vida, que las lágrimas fueron incapaces de nacer en mis ojos, en cambio, se quedaron atoradas en mi pecho, creando al monstruo en el que me convertí los meses posteriores a su muerte, que a su vez fueron los previos a conocer a Valerie.
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Arrodillada
RomanceValerie se ve obligada a entrar en la vida de un atractivo y millonario hombre con el que llega a un acuerdo. Será completamente suya a cambio de que mantenga a su hermana con vida. Pero el acuerdo no es lo que Valerie creyó que sería, y pronto se v...