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La cabeza me daba vueltas.

Estaba atado a una silla, en medio del gran boliche qué había alquilado. Celebré mi cumpleaños como nunca antes. Al fin tenía 23 años.

"Al fin" era una expresión que denotaba felicidad. Pero yo no me sentía feliz. Me alegró pasar la noche con mis seres queridos, pero aparte de eso cumplir años no es algo que me emocione o me haga feliz.

Suspiré resignado, no podía librarme de aquellas ataduras. El maldito de Bitchy (mi editor y mejor amigo de la infancia) siempre me descansaba de alguna forma. Se marcharon todos y me dejaron acá, admirando el desastre que se había hecho en el salón. Mirada a mi alrededor y en todos lados reinaba el caos, el confeti estaba por donde mirase, incluso sobre mi ropa.

Me había preparado mi propia fiesta, y me recibiron como el protagonista. Regalos, música y hasta un gorro de cumpleañero que seguía postrado en mi cabeza. Luego corrió el alcohol y las bailarinas. Y no, no había una cámara grabando nada, ya se habían ocupado de eso. "Solo para ocasiones especiales", decían.

Y ahí estaba, sentado en una silla, con las manos atadas al respaldo, en medio de este caos, esperando que fuera la hora en la que viniera el servicio de limpieza por la mañana para que me rescataran. Muy buena, Bitchy, hijo de puta.

Escuché por fin un ruido al fondo. Debían ser las seis y media de la mañana, yo incluso dormí en esta posición y me dolía la cabeza de la resaca que comenzaba a cocinarse en mi interior. Deseaba darme una ducha y luego derretirme con el colchón suave de mi cama.

Esperé a que alguien apareciera por la puerta, pero no venía nadie. Era extraño, porque habría jurado que el ruido provenía de la puerta principal.

De pronto, una venda tapó mis ojos y quedé completamente ciego. En la oscuridad.

Me resistí violentamente y sentí el corazón acelerarse por el susto.

"¡Eu, pará ya! Quitame esta mierda y desatame de una vez" grité, a quien yo creía que debía ser Bitchy. "Sos un hijo de puta, Bitchy"

El desconocido no emitió ningún ruido, pero pasó su mano suavemente por mis hombros, dándome una caricia mientras me rodeaba. Yo no podía verlo, pero sí oírlo. ¿Qué estaba haciendo?

De pronto sentí el peso de una persona sobre mis piernas. Aquel pelotudo se  estaba sentando sobre mi. Sus piernas rodearon la silla y sentí sus brazos alrededor de mi cuello.

"La concha de tu madre, Bitchy!". Me revolví en la silla, pero fue inútil. "Tu joda ya no me hace gracia, cortala".

Pero la respuesta del que yo creía que era Bitchy fue posarme un beso en la mejilla. El roce húmedo me pareció extraño, me estremeció. Quité la cabeza con violencia, pero el desconocido insistió, y siguió besándome el cuello.

"Bueno... Yo sabía que eras medio trol, pero no en este sentido amigo". Le dije, intentando sobrellevar la broma, para no darle el gusto de verme perturbado.

Su silencio, constante, como respuesta, era lo que más me desconcertada. Pronto sentí aquellos labios desconocidos sobre los mios.

Me besó.

"¡Hijo de puta!". Le grité, sintiéndome avergonzar. "¡¿Qué mierda querés?!".

Escuché una risita suave, como si disfrutará del espectáculo. Su voz era suave.

Se levantó de mis muslos y le perdí la pista. No podía ver nada y eso me estaba matando. Con aquella venda en mis ojos experimentaba un aumento de sensaciones, mis sentidos se agudizanban. Todavía sentía la saliva mojando mis labios. Los relamí para quitarla de encima, sintiendo una punzada de excitación al darme cuenta que estaba probando el sabor de alguien más en mi boca.

Fuera de jodaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora