CAPITULO CATORCE - LA EXPERIENCIA

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GUILLERMO

No he quedado con Carmen desde el martes, pero los dos hemos trabajado muchísimo durante los últimos tres días y hoy tampoco es una excepción.

Lo que sí hemos hecho es escribirnos mensajes en cuanto hemos tenido oportunidad. Me he vuelto un cursi e incluso le he enviado la canción de A contracorriente de Álvaro Soler y David Bisbal, porque al escucharla me acordé de cuando la bailamos juntos el lunes, la tarde que quedamos para tomarnos algo y luego salimos al pub donde trabaja Tito.

El miércoles la dejé tranquila, pero ayer insistí dos veces en quedar con ella, sin embargo, me dijo que tenía mil cosas que hacer y que ya quedaríamos el fin de semana. Hoy no quise decirle nada, tampoco quiero aparentar estar muy desesperado, aunque estoy seguro de que es la imagen que doy.

Joder, es que la echo de menos.

Me lo pasé tan bien en su piso con sus amigas que no me importaría repetir la experiencia todas las noches antes de irme a acostar, aunque si me hubiese quedado con ella, o ella se hubiese venido a mi piso, hubiese sido infinitamente mejor.

- Eric ha llamado para decirte que pasará a las dos para almorzar contigo – me dice mi jefe para mi sorpresa.

- ¿A las dos? Hoy termino a la una – le respondo, contrariado.

- La señora Claro nos avisó de que vendría un cliente recomendado por ella a la una y, aunque siempre dice que preferiblemente contigo, pero que si no estás no importa que le dé el masaje otro, esta vez dejó dicho que quería que fueses tú el masajista – me dice mi jefe.

No estoy especialmente cansado, aunque empecé a trabajar a las ocho y llevo cuatro horas sin apenas descansar. No es lo mismo trabajar en una oficina que dar masajes, porque es un trabajo corporal y tienes que estar en forma, por lo menos los antebrazos y las manos.

***

Tengo un poco de hambre, por lo que me como una manzana antes de que llegue el último cliente del día.

Hoy tenía ganas de acabar, porque le pregunté a Antonio y sé que Carmen trabaja hasta las doce, así que estoy esperando a que me llegue un mensaje de ella para poder quedar esta tarde. No estamos juntos desde el martes, demasiado tiempo para mi gusto.

Preparo la sala donde voy a dar el masaje y espero, no debería de tardar mucho en llegar la amiga de mi abuela. Últimamente, se han puesto todas de acuerdo para que apague la luz completamente, algo que no me afecta en absoluto, por lo que no enciendo vela alguna hasta que no me diga el cliente lo que quiere exactamente. Ni siquiera me han avisado si va a ser un masaje de cuerpo entero o en alguna zona específica.

- Hola – escucho el saludo de Carmen y me pongo nervioso de inmediato.

- ¿Qué haces aquí? – le pregunto inquieto.

- Tu tía me llamó hace dos días y me invitó a un masaje. Me dijo que una amiga de tu abuela lo tenía pago y no podía venir, por lo que era una pena que se desaprovechara – me dice y no me extraña en absoluto que mi tía y mi abuela sean tan metomentodo, aunque en el fondo les agradezco el poder estar con Carmen a solas, aunque sea haciéndole un masaje.

- ¿Sabes lo que quieres? – le pregunto en tono profesional mientras la acompaño hasta la camilla.

- ¿Qué es lo que suelen pedirte? – me pregunta dando entrever también su nerviosismo.

- Las últimas semanas se ha puesto de moda el masaje a oscuras de cuerpo entero.

- ¿Me vas a tocar por todo el cuerpo? – me pregunta, escandalizada, ya acostada sobre la camilla.

¡VOY CIEGO! - TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora