Capítulo 11

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"¿Quieres que vuelva a llenar tu taza, amor?"

Harry levantó la vista de su lectura ligera sobre las páginas del Diario el Profeta, para ver a la mesera de más edad acercándose a su mesa con una bandeja de platos vacíos en una mano y varias tazas sucias amontonadas en la otra. Sus brillantes y amigables ojos yendo desde la taza vacía de Harry a su rostro mientras espera una respuesta.

Harry suspiró y asintió entregándole su taza. "Gracias". No puede creer que ha estado tanto tiempo allí que necesita que le sirvan nuevamente, especialmente cuando intentó con tanta intención llegar un poco tarde. Así y todo, a pesar de sus esfuerzos, aún logró llegar al café con cinco minutos de anticipación. Y ahora está esperando a Draco. Claro que sí.

Logró sonreír a la mesera cuando regresó con su taza. No es culpa de ella que se sienta incómodo, idiota y demasiado nervioso para pensar con claridad. No pareciera importar que no sea nada más que tomar un café con un hombre que piensa que está loco; se siente nervioso.

"Por el amor de Dios", murmuró, recostándose en su silla y mirando a la mesera malhumorada, mientras barría migajas de galletas mojadas desde debajo de la mesa donde una familia joven se había sentado. Está empezándole a parecer una vieja amiga. Harry suprimió la urgencia de saludarla, y en su lugar, miró a su colega más amigable ocupada detrás del mostrador y canturreando para sí misma.

Cuando la campana de la puerta sonó, Harry se forzó a sí mismo a no mirar. Sopló su café (casualmente, por supuesto), con su corazón latiendo, cuando hubo un crujido, un suspiro y una oleada de frío, el aire llenándose de la fragancia cítrica llegándole a su alrededor.

"Llegas tarde", dijo, luchando para no sonreír.

"Si, bueno, algunos de nosotros no hemos dejado nuestros trabajos", apuntó Draco. "Aún".

Harry alzó la vista, encontrándose con unos hostiles ojos grises e inhalando cuidadosamente frente al agudo espiral de placer que le sacudió el pecho. "Tomaré eso como que estás pasando un mal día".

La boca de Draco se torció en una esquina. "Hay muy pocos buenos días en la industria financiera".

"Entonces déjala", dijo Harry cuidadosamente.

La risa áspera de Draco fue sorpresiva e inesperada, haciendo que la mesera que estaba cerca saltara ligeramente, dirigiendo una mirada marchita hacía él. Harry miró alrededor buscando su compañera, pero parecía que había desparecido, dejándolos a merced del destino. Se preguntó cómo se tomaría Draco a su marca individual de servicio al cliente.

No tuvo que esperar mucho para descubrirlo.

"¿Puedo tomar su orden?", le dijo ella, mirando a Draco con desinterés y tamborileando su lápiz sobre su cuaderno de notas.

Draco, quien había estado absorto en colgar su abrigo en su regazo, inclinó hacia atrás su cabeza al sonido de su voz y le dio una mirada fría. "Podría sonar más entusiasta".

La chica suspiró y miró a Harry, pareciendo preguntarle exactamente quién era este hombre y por qué Harry lo había traído a este lugar. Divertido, se encogió de hombros y ella puso los ojos en blanco.

"Los especiales del día están en la pizarra detrás de usted", le dijo. "Puedo recomendarle la sopa de ajo, está muy... bien". Ella hizo una pausa, sus ojos oscuros en Draco. "¿Le parece bien así o le gustaría que hiciera un bailecito?"

Harry se mordió el labio y miró a Draco, preguntándose ociosamente si debía lanzar un Hechizo Protector en frente de la chica, solo por si acaso.

Entonces, Draco resopló. Y sonrió.

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