Capítulo 6

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Para cuando Tom saltó por el árbol, faltaba poco para el amanecer. Esta vez solo había un guardia, completamente dormido. Cuando salió y no vio ningún carro, tuvo dos opciones: irse a casa caminando o esperar dos horas a que abrieran el refugio. Los análisis deberían llegar entre las próximas 4 horas, así el refugio abría antes, no tendría nada que hacer allí.

Decidió caminar, no sin antes enviarle audios muy indignado a sus amigos por el abandono.

Bill no demoró mucho más en despertar, y cuando lo hizo, él ya no estaba a su lado. Se sentía raro, sabía que Tom se iría, pero de alguna forma esperaba que no lo hiciera.

Sonrió con ironía, era la primera vez que compartía la cama con alguien sin tener sexo.

Se sentía fastidiado, no despertó con el mejor humor. En teoría no debían salir de su habitación hasta que algún enfermero fuera a buscarlos para desayunar. Pero ya no tenía caso obedecer, estaba bastante seguro de que se iría ese mismo día. Se levantó y dirigió a los baños, donde había más de esos feos uniformes y bolsas para los pies. Se miró en el espejo, no se sentía como él. Extrañaba su maquillaje, su ropa, su cabello extravagante. Era como si de un día para otro lo hubieran sacado de su habitad. Pasó de Diva a... Normal. Se sentía guapo si maquillaje, pero le gustaba mucho usarlo.

Qué mierda, ya de nada servía extrañar.

Desde que llegaron allí, los psicólogos se la pasaban repitiendo una y otra vez que tooodos eran víctimas de abuso. Los trataban con lástima, los miraban con pena y Bill odiaba eso.

-¿Despierto temprano, Pretty Boy? -una joven de 16 entró al baño también, y al verlo, no pudo resistir las ganas de hablarle.

"Pretty Boy" era el sobrenombre qué había recibido por parte de su proxeneta, Reese. Él era inglés, y un gran fan de los Beatles. Bill no conocía mucho de la banda, pero sabía que el apodo era un derivado de la canción "Beautiful Boy".

Quizá lo peor de estar en el refugio era que muchos de sus excompañeros intentaban joderlo. Sabía la razón, en el hotel todos querían el mismo trato especial que él recibía. Asumían que su vida era mejor porque recibía la protección de un proxeneta, pero olvidaban que nada allí era gratis.

En el hotel era intocable, pero afuera era solo uno más.

Realmente poco o nada le interesaba oír al resto.

-¿Te metieron el pene por la oreja o qué, sweetie? Can you hear me? -fingió preocupación, mientras se desnudaba sin pena para entrar a alguna de las duchas.

En el hotel todos sabían inglés, y también todos estaban tan acostumbrados al nudismo que parecían perros. Bill no sentía nada al ver el cuerpo de una mujer, pero su libido subía al ver a un chico bien formado.

-¿No te interesan las tetas, marica? -la mujer preguntó, jugueteando con sus pechos para fastidiarlo.

Bill suspiró algo fastidiado, volteando con pesadez en su dirección. Puso ambas manos en el lavabo, sosteniendo su peso mientras hacía contacto visual con ella a través del espejo.

-¿Tanto extrañas tener un miembro dentro de tu sucia boca?

La chica le miró indignada, no se esperaba una respuesta. Bill era siempre tan tranquilo, nunca lo había escuchado hablar en realidad. La hembra no supo que responder. Gruñó y se metió a bañar, dejando la conversación allí por el bien de ambos.

Bill se quedó quieto unos segundos más antes de quitarse la ropa y meterse a bañar también.

Era su último día en el refugio, y no sabía que debía esperar de la vida a fuera.

Devil Eyes [Toll]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora