CAPÍTULO 22: Agapanto.

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En el lenguaje tradicional de las flores, el agapanto significaba «carta de amor».

Los más populares son los híbridos del Agapanthus praecox, planta nativa de Sudáfrica cuyo color es azul violáceo. También es conocida como Lirio africano, su nombre, viene del griego y significa planta del amor (agapé es amor y anthos es flor).

Mientras Diego y Amelia disfrutan probando las galletas que ella ha preparado, no muy lejos de allí, en pleno centro de Granada y bajo la lluvia, Mara pasea por las calles abarrotadas de gente en busca de una tienda donde encontrar una blusa de color rojo.

No se siente especialmente orgullosa de haberse plantado en casa de Amelia con una maleta llena de ropa para que su amiga le ayudase a escoger qué ponerse para la cena. Y menos después de haberse pasado los últimos tres meses jurando y perjurando a Min-ho y a ella que ya había pasado página con Emma, cuando es evidente que no. Al menos Amelia tuvo la decencia de no soltar un "te lo dije".

Después de haberse probado casi todo su armario, llegaron a la conclusión de que lo que más les gustaba a ambas era una falda de cuero negra y a tablillas, que tenía cierto vuelo y que se ceñía a la cintura abriéndose en forma de campana. Era preciosa, y Mara la adoraba, pues ella no tenía demasiada ropa de ese estilo para su día a día. El problema fue que no había encontrado nada para combinarla y por lo tanto nunca la había estrenado. Amelia le aconsejó buscar una blusa, algo suelta y transparente, de color rojo u otro color oscuro. Y como Min-ho estaba trabajando todas las tardes de esa semana, se encontró así misma paseando por las tiendas ella sola y pensando en lo mucho que odia ir de tiendas.

El lado positivo de todo aquello, a pesar de la lluvia, es que Mara adora Granada en Navidad. Las calles están preciosas con los comercios decorados y las luces navideñas, y siente que el ambiente es especial. Quizá porque ella misma adora la Navidad.

Tras probar en un par de tiendas, consigue encontrar lo que buscaba y, satisfecha, vuelve a salir a la calle con su paraguas y una gran sonrisa en la boca.

Mientras baja la calle Gran Vía de Colón, un aroma le llega desde lejos, evocando recuerdos que antes eran dolorosos, pero que ahora se le antojan tiernos. Y no se trata del olor de las castañas asadas de los puestos que inundan Granada en estas fechas, sino de un olor aún más dulzón: el de las almendras garrapiñadas.

Minutos después llega frente a la tienda en la que siempre se paraba con Emma, pues esta tenía una pasión desmedida por este dulce y siempre que pasaban por allí, obligaba a Mara a hacer una parada.

Con el tiempo, desde que Emma se marchara, ha comprendido que su separación era lo mejor. Era cierto que Emma no se había portado bien con ella en aquel último viaje que hicieron juntas, eso no lo había olvidado. Pero, la realidad de aquella situación era más compleja. Mara se había pasado los últimos años guardando sus sentimientos, y había sufrido en silencio sin ser consciente de que, a la vez, culpaba a Emma por sentirse así de desdichada. Pero Emma nunca había tenido la oportunidad de afrontar aquello, porque, técnicamente no tenía ni idea de los sentimientos de Mara. Puede que lo imaginase o sospechara, pero, desde luego, nunca habían hablado del tema como adultas y con la verdad por delante. Por eso todo acabó estallando de mala manera en Francia.

Cuando recordaba aquellos días, Mara siempre llegaba a la conclusión de que Emma sospechaba algo, por eso dijo lo que dijo y la acusó de aquella manera. Porque, en el fondo, sabía que Emma había descubierto lo que Mara sentía por ella. Sin embargo, estaba segura de que no se hacía una idea de la magnitud de esos sentimientos, ni desde cuándo existían. Por eso sabe que su cabreo de aquel día estaba justificado y al mismo tiempo no. Pues tenía derecho a enojarse con ella por cómo se había comportado esos días, pero también sabía que su enfado no era sólo por eso. En aquel momento le gritó con toda la ira que llevaba años acumulando, culpando a Emma de manera desproporcionada e injusta.

EL JARDÍN QUE DIBUJAMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora