01.- Mocoso malcriado

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—Lo siento —se disculpó apresuradamente el Omega bicolor, abochornado.

Siempre era así, Dabi saltaba sobre el primer Alfa que tuviera intenciones de cortejo hacia Shōto; aunque el bicolor le juraba por los cielos y todos los dulces del mundo de que siempre estaría a su lado, el niño no entendía o simplemente ignoraba sus palabras.

El pequeño albino casi parecía ladrar a todos los presentes, estiraba sus manitos y daba golpes al aire, impulsando con todas sus fuerzas su cuerpo hacia adelante.

Todo era un desastre.

—¿Está... bien?

—Tiene problemas de ira —justificó con timidez, forcejeando con el cachorro—. Dabi, cálmate. Por favor, basta —susurraba esas palabras, intentando convencer al niño, ya qué, tenían muchos ojos sobre él.

Todo esto era cansado.

En cambio, Dabi quería arrancar los ojos de ése Alfa apestoso -mentira-, feo -otra mentira- y amargado como un viejo. Sus ojos turquesas y filosos estaban fijos en Katsuki.

¡Es un tontivano!

A jalones se colgó de un borde de la mesa, sujetado como un gato y asustando a Denki.

—¡Aléjate de mi Má, cara de delincuente! —exclamó, rabioso, mostrando sus colmillos de leche a los dos Alfas presentes, como si fueran una amenaza— ¡Vete a freír espárragos!

—Dabi... —Todoroki soltó un gemido de frustración, cansado y estresado — ...cálmate —intentó expresar autoridad, pero vaciló en la última palabra.

Iba a perder el empleo, otra vez.

Shōto suspiró pesadamente. Ésto no se quedaba así, ¡Se las iba a pagar en casa! Poco a poco fue suprimiendo sus feromonas, buscando reunir paciencia mientras jalaba al cachorro que colgaba en el aire.

—Ey, tranquilo pequeño —Kirishima intentó ayudar—. No quiero freír espárragos.

Sin embargo, el cachorro le respondió con un gruñido. La risa de Eijiro quedó de lado cuando se dió cuenta que el cachorro no planeaba moverse hasta que se fueran. Tenía experiencia manejando niños y aunque el rostro se le hacía familiar, intentó justificarse, abrió la boca para soltar algún comentario casual u otra broma para relajar la situación.

Bakugou se adelantó.

—Mocoso malcriado —respondió al gruñido de cachorro. Liberando sus feromonas y haciendo retroceder al niño— ¿A quién crees que muestras tus colmillos?

El cenizo entrecerró los ojos y fortalecido la intensidad de sus feromonas, doblegó y destruyó la actitud arrogante. Intimidante. Katsuki se hizo respetar, dándole una lección a tan altanero niñato infantil, un mocoso que no sabía su lugar y no podía controlar sus emociones.

¿Acaso sus padres no lo educaron bien?

Entre los japoneses era una práctica común el respeto a los mayores, y cualquier adulto podía corregir a un menor. Era normal.

—Bakugou, detente —advirtió Mina, preocupada al ver a Denki refugiarse detrás de Kirishima y tapándose su nariz.

La tensión en el ambiente era asfixiante.

Pues, Bakugou estaba furioso, descargando su ira en el pequeño albino. Dabi cubrió rápidamente su nariz, temblando y apretando los dientes hasta escucharlo crujir; pero al ser pequeño no aguantó y un débil gemido escapó de sus labios. Como acto de compasión, el cachorro estaba buscando a su madre. Casi rogando ayuda.

Lo arrogante se quitó, y solo mostró una versión vulnerable y llorosa del pequeño. Bakugou sonrió, levantando la esquina de sus labios.

—Alfa —Un llamado claro. Katsuki levantó la mirada y ahí estaba, Todoroki mirándolo con el ceño fruncido, enojado—, quita tus feromonas —demandó con fiereza—. Ya fue suficiente, para.

Si quieres la vaca, atrapa al ternero |BKTD Donde viven las historias. Descúbrelo ahora