4: Entre la Luz y la Sombra (segunda parte)

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Unos días después del incidente en la cocina con Naruto, Hinata llegó a la casa de Sakura con un hambre voraz. Había estado trabajando en un proyecto universitario con Ten-Ten, Kiba y Shino, quienes se habían convertido en sus nuevos amigos. Recordaba con cariño la cercanía que habían desarrollado en esas semanas. Ten-Ten siempre tenía una solución ingeniosa para cada problema, Kiba la hacía reír con sus bromas y Shino estaba allí para apoyarla cuando las cosas se complicaban. Eran más que compañeros de proyecto, eran amigos.

Una sonrisa iluminó su rostro al recordar los momentos compartidos: las risas, las discusiones, las victorias... todo había fortalecido su vínculo. En ese instante, una melodía alegre que había escuchado esa mañana en la radio comenzó a resonar en su cabeza. Empezó a tararearla inconscientemente mientras buscaba algo para comer. Encontró un envase de ramen en uno de los armarios de la cocina. La idea de devorar esos fideos hizo que se le hiciera agua la boca. Sin perder tiempo, colocó el envase en la isla y fue a hervir agua. Estar sola en casa alimentaba su buen humor, pero al ir a llenar el hervidor bajo el grifo, se tensó al escuchar la voz de Naruto anunciando su llegada.

-¡Sakura, ya estoy en casa!

La tensión de Hinata creció al notar cómo Naruto se detuvo sorprendido en el umbral de la puerta y notó inmediatamente su presencia.

-Tú... -dijo Naruto, luego caminó hasta el envase de ramen y, sosteniéndolo en sus manos, le anunció que esa comida le pertenecía.

Hinata, molesta por la falta de educación de Naruto, intentó quitarle el aquel envase argumentando que era suyo, pero sus esfuerzos fueron en vano. El rubio era mucho más alto que ella y se burlaba de todos sus intentos por obtener la comida. Sintió unas ganas inmensas de llorar y no pudo evitar que las lágrimas llenaran sus ojos. Sin embargo, no se permitiría mostrar debilidad frente a él y como pudo las contuvo.

-¿Llorando, señorita? -Naruto preguntó burlonamente, esbozando una sonrisa mordaz-. Sakura tiene razón. Eres tan frágil como una porcelana.

Hinata detuvo sus intentos por quitarle el envase al Uzumaki y lo observó en silencio por un momento, sorprendida por lo que evidenciaban las palabras de Naruto. Su corazón retumbaba con frenesí en su pecho, como un tambor salvaje que marcaba el ritmo de sus emociones desbordantes. El calor subía a sus mejillas, una mezcla de vergüenza y una frustración cada vez mayor ¿Por qué Sakura se expresaba así de ella a sus espaldas? ¿Acaso ambos se reían de ella? ¿De su forma de ser? Aquella interrogante solo aumentó su malestar.

-¡Eso no es cierto! -exclamó Hinata, su voz temblaba ligeramente por la emoción, pero sus ojos estaban llenos de determinación-. ¡No soy frágil! ¡Y no necesito que usted o Sakura me digan lo que soy! -exclamó enfadada.

Naruto se quedó mirándola, sorprendido por su reacción. Nunca había visto a Hinata levantar la voz de esa manera en todo el tiempo que llevaba como invitada de su novia.

Molesta por el cansancio, el estrés, el hambre y su baja estatura, así como por la actitud nefasta de Naruto, Hinata abandonó la cocina para ir a su habitación. Se sorprendió a sí misma por su comportamiento y supuso que Naruto era quien desencadenaba ese lado de ella. Notó cómo sus manos temblaban de rabia. Las ganas de llorar se hicieron presentes, haciéndola sentir patética y violenta.

Después de inhalar y exhalar profundamente varias veces, logró calmar esas emociones tan fuertes que estaba experimentando por primera vez y que la sorprendieron. Segundos después escuchó unos golpes en la puerta y con cierta irritación abrió para encontrarse con Naruto parado frente a ella.

-¿Q-qué quiere? -preguntó de mala gana.

-Solo vine a disculparme por lo anterior y por lo que acaba de pasar también. No quise ser grosero -dijo Naruto, ofreciéndole el envase de ramen como gesto de paz.

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