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Luna de Sangre

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Luna de Sangre

Morte.

Hay momentos en mi vida donde mi cabeza se vuelve un caos completo, recuerdos tormentosos del pasado llegan arrasando con toda mi estabilidad, como si exprimieran cada parte de mi interior lanzándome a una oscura tempestad.

Recurrentemente me hago la pregunta de cómo es que en este mundo hay personas con tanta maldad para querer destruir a los demás.

Nunca pude vivir una vida plena y normal como las personas que habitan en este mundo. Nunca pude ser más que un simple objeto manejado al antojo de personas llenas de maldad que buscaban llenar sus bolsillos a cualquier costo.

Siempre me preguntaba cuando iba a acabar tanto tormento, aunque la verdad yo lo sabía, se la respuesta, y me aterraba aceptarla porque ya no quiero, no quiero seguir.

Entre la oscuridad sentado en una esquina del cuarto oscuro mirando un punto fijo me encontraba absorto en pensamientos tormentosos.

Mis manos temblaban sin control cuando por otra parte los tendones de mi cuerpo se tensan trayendo consigo ese verdadero ser que tanto odiaba, y que nunca pedí ser.

Las uñas de mis dedos empiezan a brotar sangre amenazando la proximidad de mis garras. Los iris de mis ojos empezaron a picar dándome a entender que el rojo sangre en ellos había aparecido. Venas rojas iban marcándose por mis brazos hasta llegar a la proximidad de mi cuello, el horrible instinto de un depredador empezaba a intensificarse queriendo ver sangre y muerte entre mis manos.

Y sentir esa vibra humana no muy lejos de mí no ayudaba en nada.

Quería ir, despedazarla, sentir su sangre tibia en mis manos y devorarla entera, pero no podía así que trate de controlarme. Tenía que hacerlo.

Intente hacer viajar mi mente al lago, a ese lago que me aspiraba tanta tranquilidad, pero no era suficiente, no si lograba sentir su sangre vibrar tan fuerte y exquisita.

Estaba tan cerca que solo tenía que caminar unos cuantos pasos...

Pero no.

No iba hacerlo.

Me levanté, abrí la puerta que hace un tiempo había pegado mal dejando su apertura hacia fuera con la intención de marcharme del lugar, pero al llegar al pasillo se volvió una tortura sentir la calidez a una distancia tan corta.

Me tropecé contra la mesa tambaleándome adolorido de contenerme, era tan pero tan torturador que mi piel ardía como si me estuviera quemando en brazas.

En mi mente una vocecilla me torturaba incentivándome hacer cosas que ahora mismo me negaba a realizar.

Sangre.

Muerte.

Mátala.

Devórala.

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