Emilia
Ver frente a mi como el ataúd de mi padre descendía hasta quedar bajo tierra me hizo pensar en todos los momentos que compartimos juntos, lo que de inmediato produjo un dolor en el estómago de solo pensar en todas las veces que su existencia significó caos en mi vida.
Tras la muerte de mi madre, a mis 12 años, mi padre cayó poco a poco en una especie de depresión de la que jamás logró salir y la que lo condujo a la muerte. Los primero fue el abandono de su trabajo, comenzó faltando un par de días consiguiéndose falsas licencias médicas con conocidos de él, luego sencillamente dejó de asistir al trabajo y esperó a que lo despidieran. Los ingresos en casa pasaron de ser poco a nada, por unos meses recibimos un pequeño monto que mi madre había dejado en un seguro de vida.
La falta de dinero en casa comenzó a ser notoria, lo que llevó a mi padre a endeudarse y caer en conductas muy cuestionables, pero no había interés por volver al trabajo, por lo que recurrió a diferentes alternativas para alimentarnos a nosotros y principalmente, para alimentar sus vicios.
Poco a poco se fue convirtiendo en alguien que no conocía y a quién dejé de considerar mi padre, un hombre violento, alcohólico, mentiroso y egoísta. Para colmo, Pedro, mi único hermano y el mayor, no resultó ser muy distinto a mi padre, terminando involucrado en cosas realmente turbias y trayendo a casa dinero de dudosa procedencia, pero al menos, me permitió graduarme de la escuela.
A penas cumplí dieciocho comencé a trabajar en diversos lugares, día y noche, intentando amortiguar las deudas que mi padre tenía y evitar a toda costa que siguieran metiéndose en asuntos poco confiables. Aunque, fue inútil, entre más pagaba, más gastaban.
Los malos hábitos de mi padre lo llevaron directo al hospital, primero falló su hígado, luego el resto de sus órganos. Al poco tiempo falleció, su cuerpo ya no podía sostenerse por si solo.
Hace dos días cuando me llamaron del hospital anunciando su muerte me sentí la mujer más cruel y egoísta del planeta, pero mi corazón sintió un alivio, él estaba sufriendo y enfermo, yo pagaba la consecuencia de ello. No me alegraba de su muerte, a pesar de sus malos tratos, su violencia y su abandono, era mi padre, eso nadie ni nada podría cambiarlo. Pero no puedo mentir, saber que su sufrimiento físico y mental se acababa, trajo en mi la paz que dejé de sentir el día que mi madre falleció.
El funeral fue algo breve, solo eran unas cuantas personas del barrio donde vivíamos y yo, ni siquiera Pedro se dignó a aparecer, sus asuntos eran más importantes, tampoco tenía más familia que lo acompañara, sus hermanos se habían distanciado hace años cuando comenzó a pedir dinero prestado y nunca devolverlo. Todos perdieron la fe en él y debo admitir que yo también lo hice.
Cuando el funeral finalizó tuve que retirarme de inmediato. Había pedido un permiso de un par de horas en el trabajo para realizar el funeral de mi padre, y la hora de volver se acercaba, además, mi interés por quedarme hablando con la gente que mi padre se relacionaba era nulo.
Tardé aproximadamente cuarenta minutos en llegar a las grandes puertas de vidrio del edificio de la empresa familiar De La Cuadra S.A. donde trabajaba hace aproximadamente tres años. Mi trabajo constaba en realizar mandados todo el día para todos en el lugar y procurarme de dejar todo ordenado para el día siguiente y si bien no era un trabajo que me dejara un sueldo abundante, si me permitía cubrir gran parte de los gastos básicos de la casa, aquellos que mi padre dejó de responsabilizarse hace años atrás.
El ambiente en la oficina siempre me resultaba un tanto frío y superficial, todos concentrados en sus labores intentando demostrar constantemente lo bueno que eran y lo importantes que se sentían. Muchos cargaban con grandes títulos universitarios que presumían con prepotencia cuando querían ser escuchados o cuando querían dominar a aquellos de menor rango, como yo. Tristemente, me tocaba asumir la humillación y la sobre exigencia pues mis posibilidades de alcanzarlos profesionalmente eran tan bajas y lejanas que la mejor opción que tenía para poder seguir llevando dinero a mi casa era agachar la mirada y asentir sumisamente.
La empresa era enorme, desconozco a la persona que no sepa quienes son los componentes de la poderosa familia De la Cuadra, pero, aun así, creo que han sido contadas las veces en las que he tenido el privilegio de verlos en la oficina. Usualmente, el que se dejaba ver con mayor frecuencia era el padre de la familia y actualmente, el socio mayoritario.
La familia De La Cuadra había comenzado a formar su imperio inmobiliario en los años ochenta, a cargo del ya retirado señor José De La Cuadra, quién gracias a la gran herencia de su difunta esposa logró comprar las primeras propiedades y así, con esfuerzo y constancia logró expandirse y posicionarse como uno de los hombres más ricos del país. Al jubilarse dejó a cargo al mayor de sus hijos, Gabriel cediéndole el porcentaje mayoritario de la empresa, actualmente, es él quien lidera la gran compañía y al igual que su padre se ha dedicado a expandir la empresa. Hoy en día son la empresa inmobiliaria y constructora más grande del país, sus construcciones se ven por todos lados y se rumorea que próximamente iniciaran en el rubro hotelero, noticia que se espera salga oficialmente a la luz con el cambio de liderazgo, ya que Gabriel De La Cuadra se encuentra próximo a jubilar y al igual que su padre, se espera que el trono lo tome el mayor de sus hijos, Fabián.
Fabián De La Cuadra era conocido en la oficina y por la prensa por ser el caos de la familia, se ha visto más de alguna vez involucrado en escándalos por fiestas escandalosas, manejar en estado de ebriedad o ser sorprendido saliendo con dos o tres chicas a la vez. Aun así, por su sangre corrían los negocios y tal como su padre había logrado cerrar grandes tratos que le habían permitido a la empresa crecer aún más, si es que era posible.
Y como si hubiese invocado con mi mente al heredero de la empresa, su nombre apareció en los titulares del televisor de la cafetería a la que había sido enviada por enésima vez a comprar café.
De La Cuadra sorprendido nuevamente en malos pasos
Fue inevitable, aquel titular había atrapado mi atención por completo. Y es que el hijo mayor de la familia De La Cuadra era conocido no solo por su gran talento en los negocios, sino que, además, por ser un caos en su vida privada, siempre había rumores de él rondando en el lugar. Citas esporádicas, fiestas de gran magnitud, accidentes en la carretera, etcétera, pero hoy el asunto era mucho mayor, lo habían capturado a la salida de nada más ni nada menos que un prostíbulo y no es que su vida personal me incumba, pero un notición de ese calibre solo podría traducirse en un tornado dentro de la oficina, pues el padre de Fabián De La Cuadra era conocido por lograr que el suelo tiemble con su sola presencia.
Afortunadamente, yo solo era la chica del café.
___________________________
¡Primer capítulo listo!
Comenten si les gusta la historia
Actualizaré cada sábado <3
Ross :)
ESTÁS LEYENDO
Enamorados Bajo Contrato
RomanceEmilia solo era una chica como cualquiera, tratando de salir adelante a pesar de las adversidades. Mientras que Fabián era el chico que lo tenía todo y más, pero que amaba vivir en el caos. Ellos jamás se habrían imaginado que sus vidas colisionaría...