7. Aliso de mar

1K 151 43
                                    

No entres en pánico, aún no ocurre nada. Estás a tiempo para salvar su vida.

¿Cómo se logra que justamente el demonio que se conoce por ser posesivo, deje de obsesionarse con alguien?

Esto no me lo pasaron en las clases de demonología. Mierda. ¡Maldición!

—¿Nunca permitirle la entrada? —inquirió consternado cruzándose de brazos—. Él puede entrar por su cuenta, solo debe cruzar y hablarme.

Válido, él no era rival en una pelea de fuerza, no hay forma de que un humano normal le gane a un demonio. Ni pensar en un príncipe del infierno.

—No, no podrá. Cuando ponga las protecciones en la tienda no podrá entrar a menos que tú directamente se lo permitas. No podrá cruzar la puerta —expliqué tratando de no perder el control.

—Es mi cliente, no le voy a cerrar las puertas de mi negocio a un cliente —dijo sin entender la gravedad del asunto—. Siempre paga bien.

—¡ES UN DEMONIO!

¿Cómo mierda estás tan tranquilo? Esto es grave. Terrorífico. Nefasto. El peor escenario.

—Es mi cliente —dijo con calma, sin inmutarse por mi grito, mientras sostenía mi mirada.

No puede estar hablando en serio. Realmente hay algo mal con él.

—Es un demonio que llena tu casa de malos espíritus, y solo has sobrevivido gracias tu abuela y esas motas flotantes que les gusta seguirte —reté colérico, a lo que el fantasma de su abuela me miró preocupada y juntó sus manos en una señal de plegaria—. Tu abuela me respalda, no le gusta tu cliente.

Eso lo hizo enrojecer, no sabía si de vergüenza o furia, porque había utilizado a su amado familiar en su contra, pero no dio su brazo a torcer.

—Necesito su dinero.

—Busca otra forma de conseguirlo, este dinero está manchado.

—¡Nunca me ha hecho nada! —expresó abriendo sus brazos con efusividad.

—¡Te está acechando! —apunté colérico.

—¡Tú igual! —devolvió, dándome un golpe bajo.

Ahora yo estaba aún más fúrico. Era lo peor que podía decirme, lo más insultante y denigrante. Él era un jodido demonio. Mataba, poseía, manipulaba y corrompía a la gente solo por placer, por diversión. Mientras que yo... intento impedir eso. Intentó salvar gente, evitar las posesiones, evitar las muertes, evitar que más niños queden huérfanos.

—¡No te atrevas a compararnos...! —rugí desde mis entrañas, iba a gritar más pero su abuela se puso frente a mí, y me obligó a respirar antes de hacer una estupidez, como desquitarme con alguien ajeno al peso de sus palabras—. Escucha con atención. Él es quien ha estado infestando la tienda con espíritus malignos, tratando de debilitar tu salud mental, tu abuela intenta mantenerte a salvo de ellos, pero no puede hacer mucho más. Además, viene periódicamente a verte, eso siempre es por algo malo, debe de estar buscando la oportunidad de poseer tu cuerpo, o algo peor...

Recién en ese momento pareció tratar de sopesar el peso de mis palabras, la gravedad de la situación. Esperaba una mirada de preocupación y miedo, cuando vi que su expresión decayó con una mezcla de pena y desilusión, me confundió muchísimo.

Negó con la cabeza mientras se alejaba de mí, fue con lánguidos pasos a la cocina y se dejó caer en una de las sillas del comedor, apesadumbrado. Suspiré, en vano un afán de dejar salir mi exasperación e imité su accionar, intentando enfriar mi rabia.

Los espíritus en las floresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora