Único

1.4K 83 2
                                    

Pablo suspiró aliviado.

Pedri finalmente se había quedado dormido.

El cuarto mes de gestación había comenzado, tras dejar las náuseas constantes y los antojos excesivos atrás, el Insomnio y el mal humor habían llegado de la mano.

Solo un par de días y las peleas como las ojeras debajo de los ojos de Pedri, se hacían cada vez más constantes.

Pero lo comprendía.

Ser un Beta embarazado por un Alfa dominante, era técnicamente un suceso que iba en contra de la naturaleza después de todo.

Era lógico que los malestares y el embarazo en sí, fueran difíciles de sobrellevar.

–Gavi...–La voz débil de Pedri llamó su atención.

Pablo posó sus ojos sobre él al instante.

–¿Sí?–Preguntó llevando su mano al pequeño vientre abultado.

Su cachorro se movió un poco al sentir el contacto de su cálida mano.

–Ya pensé en un nombre para nuestro cachorro.–Su voz sonó un poco emocionada, y el corazón de Pablo se estrujo.

La última visita al médico no había sido nada alentadora. ¿Cómo podría? Si técnicamente les había planteado la pérdida, ya fuera de la vida de Pedri o del cachorro, cuando llegara la hora de dar a luz.

Escuchar la planteacion del médico de 'Deberá escoger cuál de las dos vidas salvar en ese momento.' fueron el par de palabras más dolorosas que alguna vez había oído en su vida.

Gavi intentaba no pensar en ello. Y aunque su corazón en ciertos momentos se dividía con él sentimiento egoísta de ser capaz de quedarse con ambos, su racionalidad le decía que si debía escoger, elegiría a Pedro sin dudar.

Pero ahí estaba el otro punto, porque el beta había escogido la vida del cachorro por encima de la suya.

–Dímelos.

–Si es niña, me gustaría que se llame Aurora. Si es niño, Fernando se escucha muy bonito.–Pedri rió bajito.–Eso sería algo que diría Fer.

–Esos son dos nombres.–Bromeó Pablo, y se mordió el labio.

–Tengo más en mente, pero tal vez deberías escribirlos. Si te los digo todos puede que sólo recuerdes la mitad.–Le siguió el juego.

Un breve silencio se hizo entre ellos después de su intento de humor.

La mano de Pedri se aferró al chandal de Gavi, mientras su cabeza se acomodaba sobre su muslo. Y tras un largo suspiró, decidió hablar.

–Elígelo a él, Gavi.–Musitó.

La mandíbula de Pablo se tensó. Aquí iban de nuevo.

–No voy a hablar sobre esto de nuevo, Pedri.

–Se trata de nuestro hijo.

–Para ti solo se trata de él. Para mí se trata de mi hijo y mi esposo.–Enfatizó, Pedri se encogió en su lugar.

–La vida nueva tiene derecho a ver el brillo del mundo.

–No me vengas con frases anticuadas sacadas del repertorio de tu abuelo.

–Es lo que es, Gavi. Yo he tenido la fortuna de vivir veinticinco años. Nuestro hijo merece ver lo que este mundo y tu pueden ofrecerle. No podemos quitarle la oportunidad.

–¿Y a ti si?–Inquirió.

Su tono había sido burdo. Pedri intentó no sentirse dolido por ello.

–Gavi...

–Es mi culpa. No debí confiarme y pasar mis ciclos de celo contigo. Debí cuidarnos más. Debí...

Pablo se paso ambas manos por el rostro, frustrado pero sobretodo, molesto consigo mismo.

Si no se hubiese dejado llevar por su lado Alfa, si no hubiera anudado en Pedri ni pedirle que lo ayudará con sus estros, el curso de la vida larga, prospera y feliz que los esperaba en el futuro seguiría siendo su camino en curso.

Nunca temió ser padre. Fue un deseo primario que deshecho cuando decidió unir su vida a la de Pedri porque su amor por él es tan jodidamente grande, que con tenerlo a él a su lado, ya se sentía pleno y completo, pero ahora, la llegada de un cachorro que jamás visualizo, ponía en riesgo al amor de su vida.

Estaba contra la espada y la pared.

Porque quería ser tan putamente egoísta y salvar la vida de Pedri por encima de todo, para seguir adelante y continuar con sus vidas, pero sabía que sí lo hacía, si elegía a Pedri por encima de la vida de un cachorro del que ni siquiera conocía su rostro aún, él lo odiaría el resto de su vida. Eso era seguro.

–Si Dios nos dio la oportunidad de ser padres, fue por una buena razón, ¿No crees?

Esa era la idea a la que Pedri quería aferrarse, para no caer en pánico y renegar de su jodida suerte.

Pablo bufó bajo.

¿Una buena razón? ¡Sus pelotas! Para él no tenía sentido que un Dios les diera el privilegio de concebir vida si se iba a llevar otra a cambio.

–No quiero hablar más de esto.–Murmuró Pablo por lo bajo. Inclinándose sobre su esposo para abrazarlo tanto como su posición se lo permitiera.–Si tú quieres hazlo, pero te voy a ignorar. Porque lo único que quiero ahora es aferrarme a ti el resto de la tarde.–Dijo.

Pedri negó, un par de lágrimas, húmedas y dolorosas, brotaron de sus ojos al tiempo que su mano se aferró a la de su esposo.

Él quería hacer lo mismo.

Tenia miedo de no ver más a Pablo. Pero si ese era su destino. Se resignaría a el, por la vida de su cachorro. El fruto más puro del amor entre ellos.

Eligelo A Él Donde viven las historias. Descúbrelo ahora