Hasta que aprendas a volar

24

—Hey, ¿puedes llevar estos libros arriba? —me pregunta Bill tendiendome una caja llena de novedades.

Asiento y tomo la caja para subir las escaleras. Al principio era difícil coordinarme pero ahora ya no. Tan solo tengo que prestar atención donde piso e intentar no caer y quebrarme el cuello.

Ordenar las novedades es difícil, principalmente porque me entretengo leyendo la sinopsis de cada libro para ver si me interesa o no. Pero cuando acabo y bajo descubro que Bill habla con alguien que está de espaldas a mí.

—¿Marcos?

Él se voltea y me sonríe.

—¡Enana! —Rodea mi cuello con uno de sus brazos y me acerca a él—. ¿Cómo estás?

—Uhm bien. ¿Qué haces aquí? Nos vimos hace dos horas.

—Vine a comprar un libro.

Mi ceño se frunce.

—¿Tú? ¿Un libro?

—Oye, me gusta leer. A veces.

—Aparte de Harry Potter, ¿qué otros libros has leído?

—Este… Ahora no se me ocurre ninguno pero…

—¿Lo ves?

—Bueno pero ahora quiero.

Lo miro con los ojos entrecerrados. Está nervioso.

—Hay algo más, ¿no?

—¿Algo como qué?

—No lo sé. —Me volteo hacia Bill—. ¿De qué hablaban?

Él sonríe como si supiera algo que yo no.

—No puedo decirte.

Finjo estar ofendida.

—Bill, ¿me estás guardando secretos? ¿A mí, tu empleada favorita?

—Eres mi única empleada, no tienes competencia.

—Da igual, sería la favorita de todas formas.

—No lo sé. Tal vez.

—Traidor.

Él ríe suavemente y lo tomo como una pequeña victoria.

—Bueno, ¿cuánto es? —le pregunta Marcos a Bill.

Luego de que mi jefe le diga el precio, mi hermano paga y se lleva la bolsa que había sobre el mostrador. Intento ver pero él la aprieta contra su pecho y sacude la cabeza.

—No.

—Oh, vamos. Esto va en contra del código de mellizos.

—No existe un código de mellizos.

—Pues debería.

Él ríe y me da un beso en la frente.

—Te veo esta noche, ¿está bien?

—Está bien. Te amo.

—Y yo a ti.

Lo veo irse y me vuelvo como la chica del exorcista hacia Bill.

—¿Qué compró?

—Quería un libro de romance. Fue bastante específico, de hecho.

—¿De romance?

—Sí. Me dijo que conoció a alguien y...

—¡¿Conoció a alguien?! Pero…

—No lo presiones. Aún es pronto.

Mis hombros se hunden.

—¿Y por qué no me dijo nada? —mi voz es apenas un susurro.

—Supongo que porque no sabe si va a funcionar. Debe tener miedo

Bueno, tiene un punto.

Oh, dios, me alegra tanto que Marcos esté intentando algo con alguien. Espero que no salga herido. No podría soportarlo.

Cuando llego a casa, escucho a Marcos hablar. Frunzo el ceño porque no sabía que iba a venir alguien. ¿Será la persona que está conociendo?

Pero cuando camino un poco más descubro que Marcos está hablándole a su computadora y que no está de buen humor. De hecho, se ve muy enojado.

—Soy mayor de edad, ya no me controlan —está diciendo.

—Paula es una chica maravillosa —esa es la voz de mi madre—. Cometió un error pero está arrepentida y es tu única oportunidad de tener una buena vida. Tu hermana es un caso perdido pero tú puedes llegar a ser alguien mínimamente decente.

Sus palabras son como un cuchillo en mi pecho. Mi corazón duele y tengo que cerrar los ojos para que las lágrimas no caigan.

No llores por ellos. No lo merecen.

Pero el dolor le da lugar a la rabia. Y es tan fuerte que le arrebato la laptop a Marcos y la sitúo para que mi madre pueda ver que estoy aquí.

—¿Por qué me odias tanto? —le pregunto con la voz rota.

Ella no responde, no muestra sorpresa ni arrepentimiento. No me importa. No le importo.

—Mica… —murmura Marcos.

—¿Por qué me odias tanto? ¿Qué hice? ¿Qué hicimos?

—Eres idéntica a ella —dice finalmente mi madre. Eso me descoloca—. Tu hermano también se le parece pero tú —Aprieta los labios— tú eres igual. Incluso tienes el mismo lunar.

—¿Quién es ella? —pregunta Marcos porque yo estoy completamente paralizada.

—Estoy harta de mentir —dice pero suena como si hablara consigo misma—. Estoy harta de fingir. —Toma aire—. Isabel. Mi hermana. Su madre.