Capitulo 37

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—¿Arthur? —Preguntó Adela con asombro.

—¡Mi reina! —Sonrió Arthur.

—¡¿A-A quien le dices tu reina, idiota?! ¡Cuida tus palabras! —Se sonrojó Adela.

Arthur se echó a reír, Adela por otro lado gruñó enojada. Este joven, por muy inteligente que sea, no paraba de bromear con ella. ¿Quien se cree?

—¿Que demonios quieres? —Gruñó.

—He venido a llevar a esta preciosa dama a mi humilde hogar como prometí. —Sonrió Arthur—. ¿O acaso lo olvidaste?

—Oh, lo había olvidado... —Murmuró, luego resopló—. Hmph, por lo menos tienes la dignidad de venir a escoltarme.

—¿Cómo podría yo rechazar el honor de acompañar a ten bella dama? —Se burló Arthur.

—Si sigues con eso me enojaré en serio, Arthur. —Dijo Adela.

La sonrisa de Arthur solo creció aún más, ella suspiró pesadamente.

—¿Cómo puede agradarme este idiota? —Pensó.

Atribuyó todo al hecho de que le hacía ganar buen dinero. Sí... Definitivamente es por eso...

Por primera vez, Arthur acompañó a Adela dentro de su carruaje, él reconoció que era bastante cómodo, aunque con el temblar por el camino era algo incómodo.

—¿De verdad te quieres mudar a Orley? —Preguntó Arthur con una ceja levantada.

—¿Qué, te molesta? —Frunció el ceño.

—Lo único que me molesta es que vivas en una casa que no sea la mía. —Dijo mientras se cruzaba de brazos.

Adela abrió la boca pero no salieron palabras, su rostro se tornó de rojo y desvió la mirada.

—Ten más respeto, tonto —Dijo—. ¿Que pensaría la gente si te escuchará decir eso?

—Seguramente se pondrían celosos. Ja, ja, ja —Se rió.

Si las miradas pudieran matar, Adela habría apuñalado a Arthur un millón de veces. No solo le hacía avergonzarse, también se reía descaradamente en su cara.

—¿Dónde quedó la caballerosidad que mencionaba mi abuela...? —Lloró en su mente.

Adela estaba comenzando a reflexionar sobre mudarse, ¿Realmente es una buena idea?

—Vamos, Adela Greenhart, piensa en las ganancias... —Pensó ella.

...

Arthur dejó de bromear con Adela y se puso serio, ella casi llora y alababa a los dioses cuando lo hizo. Él le contó todo lo que hizo desde la última vez que se vieron y Adela estaba genuinamente asombrada.

Él confiaba en ella así que no omitió ningún detalle, Adela por otro lado pensó que lo había subestimado.

—Ha... Lo que más me sorprendió fue que el conde Preston me ofreció a su hija en matrimonio. —Suspiró Arthur.

La sonrisa de Adela desapareció al instante.

—¿Qué? —Dijo.

—¡Sí, yo también pregunté lo mismo! —Dijo Arthur.

Cuando se enteró que solo le daría a Arthur el pedazo de tierra conocido como Orley a cambio de que Arthur se casara con Lady Miri, Adela se puso como una fiera.

—¡Sobre mi cadáver dejaré que te cases! ¡En cuanto vea al conde Preston juro por los dioses que se va a arrepentir de sus palabras! —Exclamó.

Arthur tenía una sonrisa forzada, sabía que reaccionaría así.

Rey De Reyes - Volumen 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora