CAPITULO VEINTE - GAZNAPIRO

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GUILLERMO

No puedo creerme que mi primo aún siga enfadado conmigo. Desde que quedamos el día que lo encontré en la cafetería con el doctor Joseph Müller-Hernández y cancelé la cita, porque tuve que salir una hora antes de la facultad para hacer dos masajes en el spa, ya que mi jefe me llamó y me pidió ayuda urgente, está enfadadísimo conmigo.

Intenté explicárselo y le pedí de quedar al día siguiente a la misma hora, sin embargo, él me dijo que estaba harto de que boicotease mi propia felicidad y me colgó.

Desde ese día no hemos vuelto a hablar. Yo lo he saludado, pero él hace como que no me escucha y me ignora completamente. Ni siquiera se dirige a mí de manera indirecta, lo que no puede parecerme más infantil, pero yo lo dejo. Ya se le pasará.

Cuando hace tres semanas me decidí a visitar a mi abuela, me llevé la mayor bronca del siglo, pero con todo esto de que no había dado señales de vida durante más de un mes, todos se olvidaron de nombrarme a Carmen o, quizás, lo hicieron intencionadamente para evitar que volviese a desaparecer.

Desde que le dije a mi abuela que quería ir a finales de octubre a esquiar a Suiza, donde fuimos varias veces cuando era pequeño, ella se entusiasmó con los preparativos.

Elegimos juntos un hotel a más de dos mil quinientos metros del nivel del mar y con más de ciento cincuenta años de historia. Solo reservamos dos habitaciones, una para las chicas, mi prima y mi abuela, y otra para los chicos, Eric y yo.

Mi primo protestó, pero mi abuela no le hizo ni caso. Sabía que Eric estaba enfadado conmigo, pero dijo que esa no era una razón de peso para no compartir habitación.

Así que anoche llegamos al hotel y mi primo aún no me ha dirigido la palabra, a pesar de que dormimos en el mismo cuarto.

- ¿Quieres que te acompañe a visitar Zermatt esta tarde, primo? – me pregunta Tania.

- Anoche he dado una vuelta yo solo. No ha cambiado mucho desde la última vez que estuvimos aquí – le hago saber.

- Tan listo para algunas cosas y tan idiota para otras – es el comentario de Eric y sé que está dirigido a mí.

- ¿Podrías aclarar eso último que has dicho? – digo intentando que me hable.

- Ya se le pasará – dice Tania, cuando se da cuenta de que su hermano no me va a contestar.

- ¿Todavía seguís así? – pregunta mi abuela cansada de esta situación.

- Porque soy el único que realmente se preocupa por él. Ni siquiera sabéis nada de lo que ha hecho los últimos meses y lo dejáis pasar para que no vuelva a molestarse el señorito – le contesta Eric a mi abuela enfadado.

- Porque quiero verlo y si existen temas que le molestan tanto hablarlos que va dejar de pasar por casa, prefiero ignorarlos – le dice mi abuela controlando el tono de voz.

- Ella también lo quiere. Se ha pasado por el spa donde trabaja casi todos los días entre semana de los últimos meses, porque no sabe que está estudiando en la universidad. Me ha dicho que está pensando en no dedicarse a la investigación, sino ponerse a trabajar en una farmacia en cuanto termine el año que viene para que el idiota de mi primo no tenga que trabajar tanto. La deja con una simple llamada telefónica y ella pensando en mantenerlo. Es que no se la merece – dice mi primo y se levanta enfadado.

- Eric, siéntate, por favor – le suplico, a pesar de que supongo que los demás huéspedes están pendientes de nosotros.

- No, no quiero. Estoy tan furioso contigo. Además, estás investigando con un alemán y trabajando en tu facultad y nosotros no sabemos nada – me echa en cara, pero no se sienta, aunque tampoco se aleja.

¡VOY CIEGO! - TERMINADODonde viven las historias. Descúbrelo ahora