CARMEN
Estoy hecha un flan. No porque mi ex se case, no podría darme más igual, sino porque en cinco minutos vendrá Guillermo a buscarme.
Eric me dijo que no me preocupara por nada, que ellos se ocuparían de organizar cómo llegaremos a la iglesia y de todo lo demás, incluso del regalo para los novios.
Lo único que Guillermo me pidió, a través de su primo, es que no oliese a pescado y a limón, como cuando nos conocimos, y que no utilizara perfume.
No sé cómo puede hacer bromas así, cuando no nos hemos visto desde hace casi cuatro meses. Sí, llevo la cuenta.
- ¿Me vas a hacer subir o puedes bajar tú sola? – me dice Guillermo, cuando contesto al telefonillo que tenemos en la cocina y que nos comunica al portero que está en la entrada del edificio.
- Bajo – es lo único que digo un poco cohibida.
- ¿Ya está aquí? – pregunta Magda al verme cruzar el piso nerviosa.
- Me está esperando abajo – le hago saber.
- No sube porque tiene miedo de que le demos una paliza antes de ir a la boda – dice Concha molesta.
- Pues yo bajo – dice Magda.
- No, no puedes – la intento convencer.
- Por supuesto que sí. Vamos a bajar las tres juntas. Ahora es cuando realmente comprendo a Magda cuando dice que tener un novio ciego son solo ventajas. Vamos a bajar con estas pintas y no sabrá nunca cómo vamos vestidas – añade Concha.
- No es mi novio – les recuerdo.
- Por supuesto que sí – dice Magda sin achicarse un poco.
No puedo hacer nada, así que ahora estoy el doble de nerviosa. No sé lo que pensará Guillermo cuando se dé cuenta de que mis compañeras me acompañan hasta la puerta del edificio, pero seguro que no se lo espera.
- Buenos días, hace tiempo que no visito a las tres chicas más simpáticas de Granada – nos saluda Guillermo, mientras yo me quedo mirándolo sin habla, al igual que mis dos compañeras.
- Estás muy guapo – reacciona Magda la primera.
A mi favor diré que me esperaba que se arreglara para la ocasión, pero no que viniese en un esmoquin azul marino, incluida una pajarita, que le queda como un guante, con la barba de dos días y con el pelo rigurosamente peinado. Está tan guapo que, en principio, mis compañeras y yo perdemos la capacidad de hablar.
- Ha sido un regalo de mi tía. He tenido que ir al sastre todos los martes de las últimas seis semanas y no he podido ni subir ni bajar un gramo de peso – nos explica y sé que está bromeando.
- ¿Cómo sabías que vinimos las tres a recibirte? – le pregunta Concha.
- No soy sordo y tú, Concha, hueles demasiado a cebolla. Deberías de lavarte las manos cuando estés cocinando y sales del piso – le dice Guillermo a mi compañera que frunce el ceño.
- Has perdido los pocos puntos que aún te quedaban conmigo – le advierte Cocha.
- A este respecto, los cuatro sabemos que no quiero ganar puntos con nadie, sino todo lo contrario – le dice sin dejar de sonreír y yo no podría estar más avergonzada.
- Y por eso, conmigo, has ganado más puntos – le dice Magda que, sin previo aviso, se le abalanza y lo abraza.
Ojalá yo pudiese hacer lo mismo, pero no todos podemos ser tan emotivos como Magda. El pobre Guillermo no se lo espera, aun así, le devuelve el abrazo y su sonrisa se ensancha.
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¡VOY CIEGO! - TERMINADO
Storie d'amoreElla llama la atención a simple vista y él... A él no le afecta porque va ciego, pero no de Ginebra, es invidente. ¿Amor a primera vista? Intuís mal. Carmen está aburrida de los chicos que intentan salir con ella como si fuese un trofeo, hasta que c...