✓ 2340 palabras.
✓ Canibalismo.
✓ Mención de sangre y muerte.
✓ Contenido sexual explícito.
El cielo se encontraba lleno de grandes nubes grises, el sol había desaparecido por completo y para MinJeong era el clima perfecto para quedarse en su casa y ver documentales en Netflix, pero fue convencida para ir a un bar popular. El bar del que todos los chicos en la universidad hablaban, y como buena persona curiosa ya se encontraba en camino, no llevaba nada en especial para la ocasión, era sencillo pero cómodo, constaba de una camisa blanca y una falda de color negro, demasiado simple.
Mientras caminaba más, se convencía de que quizás era una mala idea porque el lugar le daba malas vibras, estaba en un callejón y creía que podía morir en cualquier momento y aparecer en un documental. Con algo de pánico sacó su celular y le envió la dirección en la que estaba a su mamá, pero para su mala suerte no había señal en un lugar desolado como ese y como si fuera poco llegó un vagabundo y le arrebató su celular.
— ¡Hey! ¡Vuelve aquí! —quiso correr hacia ese señor, pero era como Flash, había desaparecido y ella quería ponerse a llorar, no podía tener tan mala suerte.
Debió de haberse quedado en casa. Siguió caminando hasta que encontró una puerta negra en medio de una de esas paredes despintadas y mal cuidadas, tocó la puerta con inseguridad, teniendo miedo de ese sospechoso lugar que sólo lograba ponerle los pelos de punta. La puerta se abrió de inmediato dejando ver a un chico más alto que él, tenía la mirada seria y tenía en sus manos lo que parecía ser marihuana.
¿En dónde te metiste MinJeong?
— Aquí no se encuentra la reina Isabel.
¿En serio se veía tan formal? El tono despectivo del chico se lo puso confirmar con total claridad, pero su ropa era más decente que la del payaso que tenía enfrente, era un crimen directo y desgarrador a la moda, porque no entendía cómo alguien puede combinar una camiseta de múltiples colores con un pantalón naranja, ¿estaba drogado cuando se puso la ropa o algo así?
— Yo no soy la que se viste con toda la paleta de colores, ¿quién te vendió la ropa, el diseñador de Lady Gaga en uno de sus viajesotes?
— Voy a cerrar la puerta... —y estaba a punto de hacerlo, ese chico de cabellos blancos pudo haberle dejado afuera, pero intervino.
— ¡Era broma! ¡Quiero entrar!
— ¿Ah, si? ¿Cuál es tu edad? —él la veía de arriba a abajo, tratando de descifrarlo por sí mismo, la miraba con ojos entrecerrados— Aquí no entran menores de edad.