Izuku no podía más. Definitivamente no podía soportar más esa situación.
Durante la última semana y media, Katsuki se había dedicado a torturarlo sistemáticamente. ¡Y de qué manera! Desde su cita, el rubio había cambiado radicalmente su forma de ser con él. Había pasado de tratarlo con desprecio a provocarlo a cada paso que daba. Izuku tenía la sensación de que cada cosa que hacía, cada movimiento, cada mirada, iba dirigido a él. Y aquello lo tenía en un estado que le hacía imposible concentrarse en los estudios y que estaba empezando a minar su voluntad.
Aguanta. Aguanta, Izuku. Todavía no es el momento, se decía mientras sentía los ojos rubíes de Katsuki clavados en él durante la comida.
No es que tuviera problemas con el sexo. Para nada. Sabía que era lo suficientemente mayor como para hacer lo que quisiera siempre que tomara precauciones. Pero quería ser precavido. Katsuki le gustaba mucho más de lo que hubiera imaginado, pero su forma de ser lo desconcertaba: no entendía cómo un chico que hasta hacía pocos días había estado intentando deshacerse de él, ahora volcaba toda su atención y sus energías en...
¡En calentarme!
¿Qué se proponía? ¿De verdad sentía algo o por él o solo quería llevárselo a la cama? Izuku no quería creer en esta última posibilidad. Intentaba convencerse de que, si así fuera, la convivencia postcoital sería demasiado incómoda para los dos, y Katsuki no era de esos que hacía las cosas sin pensar.
Necesitaba un poco más de tiempo. Quería conocerlo mejor antes de que ocurriera lo que, en ese momento, parecía inevitable. ¡Pero Kacchan lo estaba poniendo tan difícil!
—¿Te encuentras bien, Midoriya? —preguntó Shindo, que se había sentado justo a su lado—. Apenas has comido.
Izuku miró su plato de arroz con curry. ¿Cómo podía comer? ¿Cómo podía estudiar? ¿Cómo podía siquiera pensar en otra cosa que no fuera en ese rubio explosivo comiéndoselo con la mirada?
—Estuve comiendo frutos secos hace rato y ahora no tengo mucha... hAaaA...
Todos levantaron la mirada de sus platos o dejaron a medias sus conversaciones para dirigir su mirada hacia Izuku.
—¿Estás bien, Midoriya? —preguntó Todoroki, que hasta entonces había estado absorto en su soba.
—¡Sí! —exclamó el chico, pero su cuerpo tenso y sus cara arrebolada decían lo contrario.
Katsuki seguía comiendo de su plato sin inmutarse, pero por debajo de la mesa, su pie descalzo se introducía entre las piernas de Izuku, siguiendo con la planta la forma larga y endurecida que se había empezado a formar bajo los pantalones del chico de ojos verdes.
Izuku se levantó de golpe, intentando esconder su ya acostumbrada erección doblando ligeramente las piernas.
—¡Perdonad, pero tengo cosas que hacer! —dijo, recogiendo su bandeja con el plato lleno de comida y alejándose lo más rápido posible intentando no cruzar la mirada con Katsuki.
Corrió a su habitación y se apoyó contra la puerta, intentando respirar hondo para tranquilizarse. Aquello tenía que acabar o iba a acabar con él.
Se miró el bulto de los pantalones, agobiado. No podía masturbarse allí. Katsuki podría llegar en cualquier momento y sería demasiado vergonzoso. Tampoco podía hacerlo en el baño. Sin intimidad, no podría concentrarse. La única solución que le quedaba era intentar pensar en otra cosa -como había estado haciendo todos esos días- hasta que se le bajase de forma natural.
YOU ARE READING
Compañeros de habitación (Bakudeku)
Hayran KurguIzuku llega a la universidad lleno de ilusión y entusiasmo, pero su primer día se verá empañado por el mal humor y las exigencias de su nuevo y conflictivo compañero de habitación, Katsuki Bakugo.