7 - Enemigo disfrazado (continuación)

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El tamborileo del corazón de Ellies golpeó su mejilla, ¿Por qué latía tan aprisa? ¿Quizás por el esfuerzo de caminar con ella en brazos? Miró hacia arriba y pudo ver el cuello de su primo muy tenso, una vena latía mientras apretaba su mandíbula ¿Acaso ella era tan pesada que estaba haciendo mucho esfuerzo? No lo parecía pues el ni siquiera sudaba y ella dudaba que hubiera recuperado tanto peso desde que había despertado ¿Entonces por que reaccionaba de esta manera cada vez que ella lo tocaba? ¿Estaría haciendo algo mal? Esto era muy complicado, el hecho de tener que estar vigilando constantemente las reacciones de cualquiera a su alrededor para adivinar que podría estar pensando y actuar en consecuencia la agotaba mentalmente.

Tratando de no pensar se mantuvo así, acurrucada, no supo cuanto tiempo paso acunada por el suave vaivén provocado por el ritmo de su primo al caminar, hasta que finalmente se detuvo. Sintió una agradable calidez que besaba su cuerpo y una suave brisa cargada de la frescura del campo acarició su rostro y su cabello. Un aroma a hierba fresca y flores inundó sus sentidos de repente. Alzó la cabeza mientras la luz del sol golpeaba de lleno sus ojos, la sensación no fue agradable en absoluto. Gimió cerrando los ojos con fuerza, sintiendo que lagrimeaban mostrando su sensibilidad a la fuerte exposición de una luz que su cuerpo no habia visto directamente en años. Aunque su primo la colocó con suavidad sobre la hierba ella no soltaba las manos de su cuello, no podía abrir los ojos, la estimulación era demasiado fuerte para su sentido de la vista.

La mano de Ellies nuevamente acarició su cabeza tratando de calmarla. No supo cuanto tiempo estuvo así, hasta que lentamente comenzó a abrir los ojos muy despacio levantando la cara. Unos ojos violeta la miraba con intensidad, podía sentir el aliento de su primo en su nariz, estaban cerca, muy cerca. Se soltó con rapidez bajando la vista al suelo, sintiendo que su cara enrojecía de repente.

- ¿Recuerdas este lugar? – le preguntó con suavidad, ella alzó la vista ante el paisaje que se desplegaba ante sus ojos, se trataba de un bello y amplio jardín lleno de coloridas flores. Incluso tenía una enorme fuente en el centro de donde manaba agua en generosas proporciones, ella negó con la cabeza.

- Este era tu lugar favorito en la propiedad, pasabas horas jugando con tus muñecas aquí bajo la sombra de este sauce, yo solía verte desde la ventana cuando venía de visita – señaló tras ellos hacia una ventana en la mansión que había quedado a sus espaldas – yo era mayor así que no podía acompañarte en tus juegos infantiles, solo me contentaba con mirarte desde allí

Aylah le sonrió pero no le gustaba el rumbo que llevaba este monólogo. "Suena a un acosador" pensó mientras miraba a su alrededor con disimulo buscando a Bethel.

- También tenias un perro de hermoso pelaje dorado, lo mimabas mucho, lo amabas – su voz sonaba fría como si los celos afloraran de repente – un día mientras jugabas con él, te arañó – tomó una de las manos de Aylah – justo aquí – acarició el dorso de su mano con mucha suavidad, pero una nota de ira podía sentirse en su voz al continuar – me molesté mucho ¿Cómo se atrevia ese maldito animal a hacerte daño? ¿Cómo podía devolver el amor y la dedicación que le tenías hiriéndote de esa manera? – suspiró – asi que simplemente lo castigué para que entendiera su lugar, lo golpeé sin cesar, descargué mi enojo sobre cada parte de su cuerpo hasta que simplemente dejó de moverse, no merecía respirar el mismo aire que tú

Aylah miro la cara de su primo, un brillo malévolo iluminaba sus ojos mientras una cruel sonrisa cruzaba sus labios. Tragó en seco ante esta horrible confesión, este hombre era peligroso, muy peligroso. Un escalofrio recorrió su columna mientras trataba de pensar en una manera de salir de aquí, quería alejarse de este hombre lo antes posible. ¿Qué debería hacer? Le sonrió de manera inocente, como si no hubiera entendido ni una palabra de lo que él había dicho, tratando de lucir distraída, mientras sentía unas gotas de sudor frío rodar por su frente. Alzó su mano y señaló hacia la mansión tratando de no temblar.

- ¿Ah? ¿Ya quieres regresar? – preguntó Ellies preocupado, volviendo a su estado original de hombre dulce y atento - ¿estás cansada? – preguntó mientras ella asentía

El camino de regreso se sintió extrañamente mas largo y silencioso. Su ansiedad por regresar a su habitación, el lugar donde se sentía protegida, era demasiada. Ellies la sentó en la cama con suavidad, se agachó a la altura de sus pies y con mucha dulzura le quitó los zapatos. Sonrió al ver los delicados y pequeños pies pálidos de Aylah mientras ella trataba de mantenerse calmada ignorando las acciones de su primo. Con su ayuda se acostó y fingió sentirse adormecida bostezando y restregando sus ojos.

- Descansa – dijo él acercando sus labios y dándole un beso en la frente que le provocó una intensa sensación de desagrado.

Cerró los ojos esperando a escuchar que la puerta se cerrara para sentirse libre de una presencia tan molesta. Cuando el tan esperado sonido ocurrió, ella entreabrió los ojos para verificar que se hubiera ido, suspiró aliviada y se incorporó en la cama. Bethel la miraba sorprendida, había llegado el momento, tenía que hablarle, necesitaba un aliado y para que sus acciones no fueran tomadas de manera equivocada debía acercarse a esta señora.

- Be.. Bethel... - dijo mientras la sirvienta emocionada se le acercaba

- Mi niña, puedes hablar – dijo con voz temblorosa por la emoción

Aylah llevo su dedo índice a sus labios en señal de silencio, indicándole que quería que fuera un secreto.

- No quieres que nadie lo sepa, entiendo – Aylah asintió sintiéndose aliviada de que Bethel la hubiera comprendido tan rápido, la señora sin embargo aparte de lucir emocionada se veía nerviosa. Abrió la boca varias veces intentando decir algo pero no parecía encontrar las palabras correctas o no sabía que decir. Entonces ella decidió romper el incómodo silencio.

- ¿Mi no... nombre es... Aylah? – preguntó provocando que Betel exhalara con tristeza

- ¿No recuerdas nada? – preguntó mientras Aylah negaba con la cabeza – ni siquiera sabes quien eres – hundió la cara entre sus manos con pesadumbre como si el mundo hubiera colapsado sobre ella. Luego de un rato volvió a mirar a Aylah, su voluntad parecía haber regresado aunque su voz seguía sin sonar segura.

- Vamos a ir paso a paso ¿está bien? – suspiró profundamente – te contaré todo lo que quieras saber y te enseñaré todo lo que pueda, esa es la prioridad ahora, prepararte para que puedas salir de este lugar lo antes posible


Destinada a renacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora