En un danzarín y pintoresco pueblecillo del norte de Irlanda, Karen, una joven de rizados cabellos ígneos y añil mirada polar esperaba el comienzo de un nuevo día en el cual, con suerte el viento llamaría augurando buenas nuevas. Sin embargo, nuestra joven y perspicaz Karen sabía bien que al destino, al igual que a su adorado mar, no había cosa que más le gustará que ir y venir; había aprendido esa lección por las malas, no obstante, aprendida estaba.
De vuelta a casa, Karen se dejó arropar por el viento costero que en otras ocasiones le había
susurrado tiernas palabras de cariño, y, sin embargo, ahora se le antojaba frío cual pico helado, casi tan frío cómo su corazón en aquellos momentos, los astros se habían pronunciado al respecto: su destino estaba escrito sobre su piel de marfil. No obstante, Karen tenía muy presente que había millones de palabras que la describían a la perfección, y conformista no era una de ellas.
No había cosa que Karen más ansiará que navegar por las revueltas, y, a veces,
traicioneras aguas de su adorado mar cual grumete de agua dulce y plata: contemplar la luna ponerse desde el pleno e infinito océano que tanto adoraba, que la había acompañado, consolado y alentado desde que su memoria podía alcanzar. Sin embargo, aquello no era
vida para mujeres, o, al menos, eso decían. Nada encontró Karen que más le gustará, aunque le
hubiera traído ya más de un resfriado, que sentir la dulce canción salada del mar en el rostro mientras dormía, casi en compañía de los juguetones selkies, los cantos de los cuales
gritaban a voz pelada:
<< ¡¡Karen, ven te esperamos!!>>.
Aquella mágica e inolvidable noche, Karen, cómo cada noche, contemplaba el mar desde el
alfeizar de la ventana, cuándo, dichosos los oídos, una dulce y embelesadora voz clamó su nombre:
-Karen, ven, te esperamos- la instó. Sin pensarlo siquiera, Karen se defenestró encontrando enseguida a su alrededor un mágico y hermoso paraíso de luz y sal, que la envolvió al instante, repentinamente, sus piernas, hechas aletas, la saludaron cómo la que saluda a
-una vieja amiga que llevas años sin ver. A su alrededor, la magia que siempre había sentido
-presa en su interior se manifestaba sin cadenas ni miramientos, aquel era su lugar.
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el mar, un destino y un amor prohibido
Romancedid curiosas amantes que luchan por seguir con su amor adelante