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Alejo no entendía por qué se tuvo que poner de novio con el chico más curioso del país. Pero ya era tarde para arrepentirse, estaba profundamente enamorado del pelinegro y le entregaría el corazón en bandeja si el otro se lo pidiese.

El problema surgió un domingo de diciembre a la tardecita, donde ambos novios yacían acostados en la cama matrimonial del departamento que compartían cuando Véliz pisaba tierras italianas.

Habían pasado una noche muy linda, cargada de sentimientos y caricias tiernas, hace mucho que no se veían y sus conversaciones se habían reducido por los cambios de horario. Sin embargo, el amor que se tenían era tan fuerte que podrían soportar cualquier cosa.

Salvo una.

Esa tarde Matías estaba inquieto, Alejo pudo distinguir que era una actitud típica de cuando quería algo y no sabía como pedirlo o le daba vergüenza hacerlo.

— Mati, amor, ¿pasa algo? Sabes que me podes decir lo que quieras.

Soulé estaba feliz. Su novio era el más bueno de todos, le daba todo el cariño del mundo y lo cuidaba como si fuera un bebé. A los ojos de Alejo, por más que Matías sea mayor en edad, el marplatense era un niño que tenía que ser protegido de cualquier mal. Y justamente él se iba a encargar de protegerlo.

Matías era chiquito, blanquecino y de pelo oscuro. Alejo era más alto, moreno y de contextura física más grande.

— Quiero tener relaciones — soltó el más bajo, escondiendo la cabeza en el cuello de su novio, provocandole una leve risa al contrario.

— Pero amor, ¿por eso te pones así? Ni que fuera la primera vez, Mati. 

Alejo detuvo su risa cuando su novio no respondió, dejándolo confundido. Si no le contestaba o se burlaba era porque algo ocultaba, ¿y si quería hacer un trío? Se puso nervioso de solo pensarlo, por nada en el mundo lo haría, no se podía ni imaginar que haya otro hombre tocando a su chico, prefería arrancarse los ojos.

— Quiero que hagamos un cambio — le dijo el mayor, soltando cada palabra de forma pausada y hablando bajito, en secreto.

— No entiendo, amor. ¿Queres probar una posición nueva?

Matias negó con la cabeza mordiendose el labio, frustrado por el hecho de que su novio no pueda leerle la mente.

— Me gustaría ser yo esta vez — titubeó — el que la, la meta.

Silencio.

Matías estaba completamente rojo de la vergüenza, pero la cara de Alejo era un poema. El rosarino lo miraba con una expresión de terror, pensando en la cantidad de fundamentos por lo cual podría afirmar que la idea era pésima.

— No, Matías. No rotundo.

El nombrado formó un puchero con sus labios, alejándose de su novio y haciendose una bolita en su cama. Era obvio el cuál iba a ser la respuesta de su novio, pero en su interior cabía al menos un poco de esperanza de que lo piense. Se equivocó.

— Dale Alejo, porfi, no es justo que siempre sea yo, a mi también me gustaría probar qué se siente.

Alejo lo agarró por los hombros, acomodándose para que los dos estén a la misma altura. Le parecía irónica toda la situación, su novio había nacido literalmente para recibir, no para dar. Es más, había leído una vez en Twitter que sus seguidoras sostenían el "Matías se la come, Alejo se la da". No al revés.

— No, Matu, no hay chance, olvídate de esa idea.

Matías suspiró resignado viendo como su novio se alejaba hacia la mesita de luz para agarrar su celular y dar por terminada la conversación. Casi, pero casi, se daba por vencido. Pero antes, decidió jugar con su última carta.

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⏰ Última actualización: Oct 22, 2023 ⏰

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