Nos encontramos con Kiya en la entrada de la Academia. Ella siempre vestía pantalón y chaqueta, pero en esa ocasión llevaba un vestido grueso y el pelo tomado. Su sombrero blanco no estaba por ningún lado. Casi parecía otra persona.
—¡Woooooo!— exclamé al verla— ¡Te ves increíble!
—Ay, gracias ¡Pero tú te ves mucho mejor!
—No, no, para nada.
—Sí, definitivamente ¡Y Cecil, estás hermoso!
En fin, hubo muchos cumplidos, estábamos contentos. Después de eso nos dirigimos al bar que habíamos elegido para celebrar; uno de los más rimbombantes y populares de toda Penumbra. Era técnicamente un bar, pero también tenía una pista grande para bailar y un segundo piso para volarse con una vasta selección de drogas legales de alta calidad. A mí me bastaba con el alcohol, pero Cecil y Veraz a veces iban al segundo piso.
Apenas llegamos, nos sentamos en una mesa y pedimos tragos para todos y algo para picar. La energía me regresó al ver tanta gente junta pasándola bien, tanto que pronto comencé a hablar a ambos lados tan rápido como peleaba con Nube. Con Gretos nos metimos en una discusión acalorada sobre las miles de religiones de la red de mundos, mientras que con Kiya hablamos de moda y cómo las influencias solían viajar de un mundo a otro.
Después de un par de tragos, Veraz nos dejó un momento para ir a hablar con una chica pico de plumas trigueñas. Cecil aprovechó para sacar a bailar a Gretos, y me quedé un momento sola con Kiya. Al mirarla, la encontré algo tímida; mantenía la mirada en su trago y se giraba cada tanto hacia mí, como si quisiera decirme algo, pero no se atreviera. Me pregunté si necesitaba confesar algo sobre la misión de la mañana.
—O... oye, Lili— me dijo— ¿Te... ¿Te gustaría...— me miró a los ojos, pero de inmediato me evitó y miró a otro lado, a la pista de baile.
Entonces creo que entendí lo que quería decir. Seguro le gustaba bailar, pero le daba miedo que yo pensara mal de una mujer casada. Sí, seguro era eso.
—¿Te gustaría bailar?— le pregunté yo.
Ella me miró, desconcertada.
—¡Sí, me encantaría!— exclamó, y después puso cara de culpable— ¿Es muy obvio que quería pedírtelo?
—¡¿Qué importa?! ¡Yo también quiero bailar!— me puse de pie y le tendí la mano— vamos, no creo que tu señora se enoje por un par de canciones.
—¿Qué? ¿Elino?
Pero no me quería perder esa canción, así que le tomé la mano y la tiré con cuidado. Kiya se puso de pie, me siguió a la pista y comenzamos a bailar entre las dos ¡Tenía que ser un sueño! No podía creer las tonterías que me aceptaba.
Al principio la sentí un poco tiesa, supongo que pensando en la opinión de su esposa, pero poco a poco se fue soltando. Sin dejar de mirarme, comenzó a mover sus hombros al ritmo de la música, luego su cabeza y sus caderas, y en cierto momento nos tomamos de las manos para guiarnos la una a la otra. La noté rígida, me pareció increíble que una fantasma tan inhumanamente hábil en combate se moviera como una tabla con patas en la pista de baile. Era enternecedor, en cierta manera.
Después de unas cinco canciones pusieron una lenta para las parejas. A ella no pareció importarle, así que nos quedamos, y después de haber bailado juntas tanto, me dejé llevar un poco por el alcohol y dejé reposar mi cabeza contra su pecho como haría con un hombre en esa situación. Ella era súper alta, se sentía un poco como un hombre, después de todo; uno elegante y misterioso.
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La Helada Garra de la Muerte
AventuraSecuela de De las Sombras al Corazón. La Helada Garra de la Muerte continúa la historia de Liliana poco tiempo después del final del libro anterior. Esta vez, deberá probarse y entrenar para convertirse en una sombra.