Parte Única

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Disclaimer:
Los personajes no me pertenecen.

                        ***☆***

Steve Rogers, renombrado capitán del ejercito americano, entra a su desarreglada habitación, tal cuál la había dejado la última vez que estuvo ahí. Entre tambaleos e intentos de permanecer de pie se dirige al armario, que aún permanece lleno de tantas cosas que no son suyas. Intenta abrir la puerta de vidrio del armario con dificultad, es corrediza pero ha pasado tan poco tiempo ahí que a veces olvida como funciona. Se siente como un intruso en su propia casa y, en un acto de frustración, golpea su cabeza contra el vidrio, puede verse a través de los espejos que hacen de puertas, su frente está sangrando, pero no hay dolor, o al menos no lo reconoce de inmediato.

Se desploma a los pocos segundos, deslizándose por el vidrio. Está solo, se da cuenta, está solo y no hay nadie que pueda ver su debilidad en este momento; y llora, silenciosamente. Como solo un soldado de su rango podría hacerlo, como solo un alfa criado con tanto rigor podría hacerlo.

En medio de su quebrantada apariencia, este momento emocional le revela la dura fachada que Steve ha mantenido a lo largo de su vida. A pesar de su posición de liderazgo y fuerza aparente, aquí está la verdadera humanidad de un hombre que ha sido empujado hasta su límite emocional.

Múltiples reconocimientos adornan las paredes de su casa, fotografías dispuestas por doquier, evidencias de una carrera prolífica y una vida muy ocupada. Cada imagen y premio atestigua el gran orgullo que siempre sintió hacia sí mismo. Pero ahora, en este espacio aparentemente vasto, empieza a sentir que es demasiado grande y a la vez como si las paredes mismas se estuvieran cerrando a su alrededor.

Ha movido el edredón de la cama al suelo del clóset, hay ropa descolgada de las perchas, ha traído también algunas camisetas que su Tony solía usar con más frecuencia. Hay libros que fueron leídos en los últimos días, hay un mando de algún videojuego, gafas de sol y un sin fin de accesorios; está rodeadose de todo lo que le pueda proveer cualquier vestigio del Omega que alguna vez ocupó ese mismo espacio. Se siente cálido, se siente cerca.
No hay nada que pueda traerle de vuelta, no hay nada que él pueda hacer para traerle de vuelta.

Hay un aroma ahora, proveniente de todas las cosas que ha reunido, se siente reconfortante estar envuelto entre tantos recuerdos. La fuente del olor que le envuelve está justo ahí y es todo lo que le queda.

La casa está en silencio, hace mucho tiempo que la oscuridad llegó también, las únicas luces que iluminan la habitación son los débiles rayos de la luz de luna que se filtran traviesas por la ventana.

Los astros brillan en el cielo despejado.

Intenta respirar profundamente pero no puede encontrar el aire. No puede conciliar el sueño, demasiado atrapado en los recuerdos del tiempo irrevocable.

Tal vez estaba tratando de parecer un poco más fuerte, en medio del mutismo y la soledad que se deslizan por las paredes, por el suelo. La habitación está fría y parece dar vueltas, y él no se mueve del lugar donde está en el suelo del clóset, sosteniendo fuertemente una de las camisetas de algodón en una mano.

Solo quiere quedarse ahí e ignorar que esto está pasando. Que no lo han dejado solo, sin permiso y sin avisar.

Los arreglos funerarios pasaron en medio de un borrón de imágenes y voces sin rostros. Mucha gente ofrecía su pésame, a la mayoría de ellos ni siquiera los conocía. Todos eran amigos, compañeros, allegados o simplemente conocidos del que una vez fue su pareja. Quién era como un faro en la oscuridad, no solo para él, sino para cualquiera que tuviera la fortuna de conocerle.

Y qué afortunado fue él de tenerle, de ser el compañero de alguien tan brillante.

Distraídamente juega con su anillo de matrimonio que aún permanece cálido entre sus dedos, donde pertenece. Tan solo recordar cuando se casaron le hace temblar el corazón; recuerda cómo le temía a aquel sentimiento solo porque le hacía sentir débil, le hacía sentir vulnerable. Cómo si no fuera el mismo.

En la penumbra de la habitación, rodeado por el eco de la ausencia de su Omega, Steve no deja de pensar. A su manera, él le amó, quizás no de la manera más correcta ni de la forma en que su Tony se merecía. Sus ojos se posan en el techo de la habitación, los recuerdos con su Omega fluyen a raudales por su mente uno tras otro; como recordatorio de su rigidez en el amor. Siente el metal del anillo de matrimonio en su mano, un símbolo de su amor, pero también de sus fracasos. De cómo no fue capaz de demostrar el amor que él también sentía.

De nada sirve cuánto pueda amarle ahora, de nada sirve cuánto vaya a llorarle. Las lágrimas caen silenciosamente, manchando la prenda que aún conserva el aroma de su Omega. No importa que sienta el corazón adormecido. La realidad es inmutable, y la habitación, llena de recuerdos pero vacía de vida, es un testimonio de ello.
Recordar los momentos que pasaron juntos duelen, pero los que más le hieren son todos aquellos no pasaron juntos, todas esas veces en las que sabía que lo único que Tony necesita era tenerle a él cerca. Después de perder a su primer bebé, y todas las veces que vendieron después. Todas esas veces en las que el no supo que decirle al Omega, ni que hacer porque simplemente no sabía cómo tratarle. Pero ahora el pasado es todo fantasmas y solo la tristeza es real.

Y que no volverá a verle. Nunca más.

Con tacto nocturno | Stony | OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora